“Aguas siniestras” es el tipo de película que no aprovecha al máximo su interesante premisa. Lo que tenemos acá es un filme, supuestamente, de terror, que funciona más como drama familiar que como una experiencia verdaderamente terrorífica. Desperdiciando a sus talentosos protagonistas, la película de Bryce McGuire —basada en su cortometraje del mismo nombre— cuenta con algunas secuencias destacables, pero termina desmoronándose con un desenlace confuso y hasta incoherente, el cual lo deja a uno más frustrado que satisfecho. “Aguas siniestras” no es un desaste absoluto, como varios otros críticos han manifestado, pero está muy lejos de ser redonda.
“Aguas siniestras” nos cuenta la historia de la familia Waller, recién mudada a una hermosa casa con un pasado turbio en los suburbios. El padre, Ray (Wyatt Russell) es una ex estrella del béisbol americano, quien ha tenido que retirarse luego de ser diagnosticado con una enfermedad degenerativa. La madre, Eve (Kerry Condon) está a punto de trabajar en el área administrativa de un colegio mientras termina unos cursos en línea; la hija adolescente, Izzy (Amélie Hoeferle, muy parecida a una joven Leelee Sobieski) parece haber encontrado rápidamente el amor en su nueva escuela. Y el hijo pequeño, Elliot (Gavin Warren), más bien, está teniendo problemas adaptándose a su nueva vida.
Las cosas cambian para todos, sin embargo, cuando remodelan la enorme piscina de su nuevo hogar. Resulta que está conectada a un viejo pozo subterráneo, el cual solía ser un hermoso lago, pero más preocupantemente, parece contener a un espíritu maligno capaz de concederle cualquier deseo a una persona. El problema es que dicho ente también exige un sacrificio, lo cual comienza a afectar a la familia, pero más específicamente, tanto a Ray como a Elliot. Como se pueden imaginar, nuestros protagonistas tendrán que hacer de todo para evitar que este ser maligno termine por matar a uno de los suyos.
Nuevamente: la premisa de “Aguas siniestras” no carece de potencial. ¿Una piscina maligna, habitada por un ente satánico que concede deseos a cambio de un sacrificio? Suena bien, ¿no? Uno se podría imaginar toda suerte de situaciones siniestras alrededor de una idea como esa. Desgraciadamente, McGuire no logra exprimir esta premisa, haciendo uso de toda suerte de clichés del cine de terror para lograr generar algo de tensión. El problema, como se deben imaginar, es que el resultado final no es particularmente tenso; el suspenso brilla por su ausencia, y muchas de las situaciones siniestras en la piscina logran que uno salte de sorpresa… y nada más.
Lo cual es una pena, porque “Aguas siniestras” SÍ cuenta con uno que otro momento apropiadamente lúgubre. Consideren, si no, el prólogo, el cual involucra a una niña en peligro en los años noventa. O la escena en la que Izzy y su cuasi-novio, Ronin (Elijah J. Roberts) se tienen que enfrentar al ente de noche. Estas son las mejores escenas de la película porque, sin llegar a ser verdaderamente terroríficas, al menos son interesantes, y hacen que uno se preocupe por los protagonistas. Hay cierta vulnerabilidad en los personajes de “Aguas siniestras” que podría haber sido mejor aprovechada, pero que al menos aparece de cuando en cuando, especialmente cuando son arrastrados a las profundidades de esta oscura y perturbadora piscina.
Lamentablemente, más que esos breves momentos de potencial suspenso, no hay. Y de hecho, “Aguas siniestras” funciona mejor a nivel dramático, centrándose en el conflicto interno que Ray maneja en relación a su enfermedad y el béisbol, y en los intentos por parte de Eve de darle una mejor vida y, eventualmente, de resolver el problema de la piscina. La relación entre padre y madre es creíble, y los problemas con los que cuentan los hijos, curiosamente, logran evitar ciertos clichés inherentes al género. Por ejemplo, a pesar de ser los nuevos en el colegio, nunca vemos que sean “bulleados”, e Izzy, más bien, logra entablar una divertida relación con el apuesto Ronin. Si “Aguas siniestras” logra emocionar al menos un poquito, es más gracias al trabajo de los actores y el desarrollo de los personajes, que al género al que supuestamente pertenece el filme.
Porque una vez que se revelan ciertos secretos relacionados a la piscina, y más importante, se MUESTRAN los rostros de los espíritus que invaden dicho lugar, todo se va al diablo (ja). Si antes de eso la película no da miedo, una vez que vemos extras mal maquillados tratando de jalar a la pobre Kerry Condon dentro de la piscina, puede que “Aguas siniestras” comience a generar algunas risas. Se trata, pues, de un excelente ejemplo de “menos es más” (o de lo que DEBIÓ ser “menos es más”): los espíritus resultan más interesantes cuando NO los vemos en pantalla. Una vez que son revelados, resulta muy difícil tomarse en serio a la película.
Considerando que “Aguas siniestras” fue producida por Blumhouse (expertos en terror) Y Atomic Monster (la productora de James Wan), no puede ser considerada como nada más que una decepción. Kerry Condon, previsiblemente, está excelente, y Wyatt Russell parece estar divirtiéndose con el material (especialmente cuando tiene que actuar siniestramente); hasta los niños dan actuaciones de buen nivel. De hecho, es el reparto y el drama entre personajes lo que termina de salvar (parcialmente) a “Aguas siniestras”. El problema es que se supone que era una película de terror, y desgraciadamente, el filme no da NADA de miedo. Los fanáticos del género quedarán decepcionados, entonces, y quienes simplemente quieran divertirse con una experiencia terrorífica, no encontrarán mucho de interés en “Aguas siniestras”. Una pena.
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