Rápidos y Furiosos 7: tonta pero divertida
Rápidos y Furiosos 7 es una de las películas más idiotas y exageradas que jamás haya visto, pero también una de las más entretenidas. Con sus secuencias de acción que desafían todas las leyes de la física, gran cantidad de personajes de películas pasadas, villanos 100% malvados y efectos especiales espectaculares, la más reciente entrega de la sorprendentemente popular franquicia hace de todo para que el público se divierta, y en general tiene éxito.
Pero esta sexta secuela cuenta con algo que las cintas anteriores no tenían: un actor fallecido. La triste muerte de Paul Walker le da algo de gravedad y peso a la historia; cada vez que su personaje, Brian, aparece en pantalla, uno no puede evitar pensar en la muerte del actor, lo cual hace que cada escena de acción en que se involucra, cada momento de peligro, sea más tenso e incluso a veces incómodo. El guión de Chris Morgan maneja (de manera poco sutil) los temas de familia y muerte, pero son los sucesos de la vida real los que hacen que la historia funcione mejor, que el filme tenga más gravitas que cualquiera de sus predecesores.
Rápidos y Furiosos 7 comienza exactamente donde terminó la sexta cinta, y es la primera en desarrollarse después de la tercera. (Si esto los confunde, el orden cronológico de saga vendría a ser: 1, 2, 4, 5, 6, 3, 7.) Deckard Shaw, un mercenario Británico casi invencible, se quiere vengar de la muerte de su hermano, el villano de la cinta anterior Owen Shaw (Luke Evans), por lo que empieza a atacar a nuestros protagonistas: primero a Hobbs (Dwayne Johnson, más musculoso que nunca), a quien obviamente no logra asesinar, y luego a Brian (Walker) y su esposa Mia (Jordana Brewster) e hijo, quienes felizmente tampoco mueren. Es durante la primera mitad de la cinta que se maneja una suerte de juego de gato y ratón, con Shaw persiguiendo a Dom (Vin Diesel), Brian, y el resto de su equipo: Tej (Ludacris) y el bufón Roman (Tyrese Gibson.)
Pero es hacia la mitad de la cinta que el enfoque de la historia cambia, y entra a jugar el personaje de Kurt Russell, un agente del gobierno que les encarga al equipo que rescaten a una hermosa hacker llamada Ramsey (Nathalie Emmanuel, de Juego de Tronos), la inventora de una máquina llamada El Ojo de Dios, la cual es capaz de espiar a absolutamente cualquier persona en el mundo a través de cualquier aparato conectado a la red. ¿Por qué habrían de ayudarlos? Porque si Dom, Brian y el resto consiguen el Ojo de Dios, tendrán permiso de usarlo para encontrar a Shaw y por fin cobrar venganza por los ataques y la muerte de Han (Sung Kang.) Lamentablemente, otro villano entrará a la historia, un terrorista interpretado por Djimon Housou que también quiere apoderarse del Ojo de Dios.
El director de las cuatro películas anteriores fue Justin Lin, un maestro de la acción y la adrenalina, pero para este entrega se decidió contratar a James Wan, un maestro del horror, responsable de excelentes películas del género como La Noche del Demonio y especialmente El Conjuro. El cambio detrás de cámaras no se siente demasiado. Es cierto, el estilo de Lin es un poco diferente; usa bastante los zooms, al igual que en sus cintas anteriores; la edición de las secuencias de acción es un poco más caótica, y de cuando en cuando nos presenta con movimientos de cámara bastante originales, pero en general Rápidos y Furiosos 7 es igual de ridícula y exagerada que la 5 y 6.
De hecho, es interesante la manera en que esta franquicia ha evolucionado. Comenzó de manera bastante humilde, con una primera cinta que se enfocaba exclusivamente en carreras de carros y chicas bonitas. La primera secuela, dirigida por John Singleton, fue terrible, e incluso la primera cinta de Justin Lin no fue particularmente bien recibida, quizás porque no fue protagonizada ni por Diesel ni por Walker. Pero es partir de la cuarta que se nota un cambio de enfoque en la franquicia, convirtiéndose en una serie de películas de acción absoluta y exagerada. La inclusión de Dwayne Johnson en la quinta le dio una inyección adicional de testosterona, y es aquí que la franquicia se tornó verdaderamente popular (y lucrativa.)
El punto es que el “chiste” de Rápidos y Furiosos ya no son las carreras de carros. Lo que verdaderamente hace que uno quiera ver cada nueva entrega de la saga es la acción, pero la acción poco creíble, la acción que desafía las leyes de la física e incluso el sentido común. La quinta entrega comenzó con esto, y la sexta siguió presentándonos con secuencias increíbles (en el más puro sentido de la palabra) y caricaturescas, pero esta nueva secuela se lleva las palmas. Desde una escena con carros que saltan de un avión en paracaídas, hasta una secuencia que involucra a Dom y Brian en un carro súper-caro saltando de edificio en edificio en Abu Dhabi, ninguno de estos momentos logró ponerme tenso o desarrollar suspenso; son situaciones tan idiotas y poco creíbles que es imposible que uno se preocupe por los protagonistas, pero a la vez hacen que uno se divierta de lo lindo y esté tratando de adivinar cómo Wan y Morgan lograrán superarse con cada nueva secuencia. En esta película los protagonistas ya son casi súper-héroes; hechos de acero, capaces de aguantar cualquier tipo de paliza o salto increíble.
Lo cual, debo admitir, funciona perfectamente con todos los personajes… menos Brian. Sabiendo que Walker falleció de la manera en que falleció, es un poco incómodo verlo manejar carros de manera irresponsable y hacer todo tipo de acrobacias mortales, arriesgando su vida y recibiendo palizas. Sin embargo, debo admitir que es precisamente esto lo que le da un poco de gravedad y tensión a la película, elementos que no están presentes cada vez que se enfoca en cualquier otro personaje. La sombra de Walker, por así decirlo, está presente durante la mayor parte de la cinta, y aunque esto podría quitarle un poco de diversión a la cuestión, a la vez hace que uno se la tome un poco más en serio.
De hecho ayuda el que, independientemente de su muerte, esta película haya sido desarrollada como una suerte de despedida para Brian. Su conflicto está entre la vida familiar, con Mia y su hijo, y la vida con sus amigos. Como menciona en una de las primeras escenas, “extraña las balas”, pero a la vez ama mucho a su familia. No hay que ser un genio para adivinar qué estilo de vida elige hacia el final de la cinta; sin embargo, es un conflicto que funciona muy bien, que le da un poco de tridimensionalidad al personaje de Walker, y que sirve perfectamente como una despedida respetuosa y emocional para el actor. Estoy seguro que más de uno botará una pequeña lágrima durante el pequeño homenaje que se la hace a Walker antes de los créditos finales, especialmente debido a las imágenes de las películas anteriores (en donde uno se percata de los jóvenes que eran los actores cuando comenzó la franquicia hace más de diez años.)
Por otra parte, las técnicas usadas para reemplazar a Walker, quien falleció sin haber terminado el rodaje, funcionan hasta cierto punto, pero si uno ve el filme sabiendo que hay escenas con un Walker “falso”, no es tan difícil darse cuenta cuando aparece. Hay una pelea, por ejemplo, en donde casi no se ve el rostro de Brian (lo cual la limita bastante), así como un par de escenas de diálogo donde esto también sucede. Por otro lado, tenemos unas cuantas tomas en donde se usó a uno de sus hermanos del actor como doble, y se reemplazó su cara por una versión digital de la de Walker. Debo admitir que dichos planos se ven realmente bien; quizás ligeramente falsos, pero 95% convincentes. El trabajo de Weta Digital es realmente increíble, y sirven para probar que, probablemente, ya no necesitemos actores de carne y hueso en unos años. (Una noción verdaderamente de miedo, debo añadir.)
El resto de los actores hace un buen trabajo; se nota que una gran química se han desarrollado entre ellos a lo largo de la saga, e incluso a los nuevos no les cuesta demasiado adecuarse al estilo deRápidos y Furiosos. Vin Diesel es tan serio y parco como siempre; Michelle Rodriguez regresa amnésica pero fuerte; Jordana Brewster no tiene mucho qué ver con la trama principal pero le añade un toque de sentimentalismo al filme; Tyrese Gibson es un payaso; y Dwayne Johnson patea todos los traseros posibles, a pesar de que me hubiese gustado que tenga una rol más importante. Sin embargo, sigue probando que probablemente sea el héroe de acción más relevante de estos tiempos (junto con el genial Jason Statham), y definitivamente el más grande, recordándome a Schwarzenegger y Stallone en sus mejores épocas.
Y hablando de Statham, su Deckard Shaw es presentado de manera espectacular, dando a entender que se convertirá en un villano formidable para la película… pero sorprendentemente eso no sucede. Debido a los giros de la trama durante la segunda mitad, Shaw es reemplazado por el personaje de Housou, quien sobreactúa de manera impresionante, pero evidentemente no logra superar a actor Británico. Es una pena, pero teniendo en cuenta cómo funcionan estas películas, es muy posible que regrese para la siguiente. Como el agente del gobierno, Kurt Russell es excelente como siempre, y como Ramsey, Nathalie Emmanuel le inyecta bastante sensualidad e inteligencia a la película, una combinación siempre bienvenida en historias de este tipo.
Rápidos y Furiosos 7 es una mezcla interesante: es tonta y exagerada, pero gracias al fallecimiento de Paul Walker, también es emocional y solemne. Me gustó el que hayan despedido al actor de manera respetuosa y conmovedora. Ya se ha confirmado que tendremos más entregas de la saga (una nueva trilogía, incluso), pero dudo que cualquier de ellas puede igualar a esta película tanto en exceso como en sentimentalismo. Sin embargo, si Wan (o en realidad cualquier director, siendo honestos) sigue inyectándole tanta testosterona y originalidad a sus secuencias de acción, no hay duda de que las siguientes entregas de Rápidos y Furiosos serán muy divertidas. Solo no olviden de apagar su cerebro al entrar a la sala de cine.
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