La Teoría del Todo es una película biográfica que logra humanizar de manera innegablemente efectiva a una persona que la mayoría de nosotros sólo conocemos por su logros, sus libros, o sus apariciones en programas de televisión, siempre sin poder hablar con su voz natural y postrado en una silla de ruedas electrónica. Pues resulta que Stephen Hawking, uno de los genios más grandes de nuestra época, alguna vez fue también una persona relativamente común y corriente, con una propia voz, con la habilidad de caminar con sus propios pies, capaz de enamorarse. Y es gracias a la magnífica actuación de Eddie Redmayne que todo estos es transmitido de manera muy natural y verosímil en la película dirigida por James Marsh (Man on Wire.)
El filme comienza mostrándonos a Hawking (Redmayne) como un estudiante de cosmología de 22 años en Cambridge; es un chico brillante, de eso no hay duda, pero no está seguro de qué especializarse en su tesis de doctorado. A pesar de ser algo torpe y raro, logra entablar un romance con Jane (Felicity Jones), una estudiante de arte en la misma universidad, y su investigación se va relacionando cada vez más al estudio de los huecos negro y, más importante, el tiempo. Pero de pronto Hawking tiene un accidente y recibe una noticia: tiene una enfermedad de neuronas motoras; poco a poco irá perdiendo la capacidad de moverse y de hablar, y le dan dos años para vivir. Inicialmente, nuestro protagonista se deprime y deja de ver a sus amigos y a Jane, pero convencida de que su amor puede más que la enfermedad, esta última ayuda a convencerlo de que todavía tiene mucho por qué vivir, y que ella lo acompañará en el camino. Es así que vemos como Hawking continúa desafiando cualquier obstáculo, logrando vivir mucho más de lo que se la había dicho, y logrando espectaculares avances en el estudio del tiempo.
Es imposible hablar sobre La Teoría del Tiempo sin mencionar la actuación de Eddie Redmayne. Por mucho que me gustó la actuación de Michael Keaton en Birdman, por ejemplo, es definitivamente Redmayne quien merece la estatuilla dorada a Mejor Actor de este año. El actor no sólo imitia a Hawking—se convierte en él. Se parece el científico físicamente, actúa como él, y logra convencernos, a través de escenas de dolor y de problemas físicos, de la dificultad de su enfermedad. Pero lo más importante es que, durante el tercer acto, que es cuando ya no puede hablar, Redmayne logra actuar únicamente con sus limitadas expresiones faciales, dando a entender de manera muy sutil la forma en la que piensa y cómo se relaciona con los demás personajes. Esta muy bien pudo haber sido una interpretación caricaturesca y exagerada, pero felizmente ese no es el caso; Redmayne, comenzando como un chico sano y terminando como el Hawking que todos conocemos ahora, logra desarrollar al personaje de manera impecable, transformándose de una manera que nunca hubiéramos esperado antes de él.
Ahora, a pesar de que se trata de una actuación que llama mucho menos la atención, la hermosa Felicity Jones es también muy buena como Jane. Hace años, es muy posible que su rol hubiera sido únicamente el de la preocupada y atenta esposa del genio protagonista, pero felizmente ese no es el caso hoy en día. Hawking podrá ser el protagonista, y una buena parte de la película podrá dedicarse a sus dificultades y sus retos, pero La Teoría del Todo también se enfoca en Jane, en cómo debe enfrentarse al reto de tener un novio (y luego esposo) con una enfermedad tan difícil. Se trata de una actuación más sutil pero igual de efectiva que la de Redmayne; es realmente fascinante (y creíble) el ver como Jane comienza llena de esperanza, segura de que podrá ser la esposa de Hawking sin problema alguno porque lo ama, y termina derrotada.
A pesar de que esta historia es, básicamente, la de Hawking y Jane, las interpretaciones secundarias, por otro lado, son sólidas. El siempre-bonachón David Thewlis interpreta al profesor que más influenció a Hawking en Cambridge, Simon McBurney (a quien vimos hace poco en Magia a la luz de la luna) hace del duro y algo frío padre de Hawking, e incluso tenemos una pequeña aparición por parte de Emily Watson como la madre de Jane.
Al igual que El Código Enigma, la cual no se concentró demasiado en enseñarnos las matemáticas de cómo se creó la primera computadora, La Teoría del Todo no pierde mucho tiempo explicándonos las complejas ecuaciones que presenta Hawking, ni en enseñarnos las teorías que lo hacen toda una celebridad, sino más bien enfocándose en las relaciones humanas, en desarrollar a Hawking como persona. Uno tiene que aceptar que Hawking es un genio porque la película lo dice, y teniendo en cuenta lo excelente que es la actuación de Redmayne, y que la mayoría del público sabe quién es Hawking y qué ha hecho por la ciencia (más o menos), esto no debería ser un problema. Al igual que en el filme anteriormente mencionado, el concentrarse demasiado en la ciencia hubiese resultado en una película aburrida y tediosa, especialmente para aquellos que no sabemos mucho sobre física y cosmología.
Es fácil darse cuenta que la cinta está basada en la autobiografía de Jane (quien al final fue únicamente la primera esposa de Hawking) y que fue aprobada por el mismísimo Hawking; realmente no existen conflictos entre personas. El conflicto principal es interno, tanto en el caso de Hawking como en el de Jane. El físico tiene que batallar contra su enfermedad y su propio cerebro, mientras que su esposa tiene que batallar con el día a día, con la crianza de sus hijos. Incluso cuando es tentada a engañarlo con el profesor de música de su hijo menor, Jonathan (Charlie Cox), el filme jamás presenta a Jane de manera negativa, y la ruptura entre ella y su esposa, aunque muy emocional (e impecablemente actuada), no pinta como villano a ninguno de los dos. Quizás esto hace que la cinta sea un poquito “blanda”, pero a la vez es refrescante el no tener al obligatorio “malo de la película”.
Como guión, La Teoría del Todo es efectiva, mas no brillante; acá lo que vale son las excelentes actuaciones (especialmente la de Redmayne) y la elegante dirección de James Marsh, quien nos presenta con una película que logra ser muy emocional durante varios momentos (estuve a punto de llorar un par de veces) sin sentirse manipuladora o cursi. La historia de Stephen Hawking es como la vida de cualquier otra persona: llena de momentos chistosos, tristes, y más en el caso de él, trágicos. La cinta logra transmitir todo esto de manera verosímil y entretenida, y sirve como punto de partida para que uno quiera investigar más sobre Hawking y su vida, su trabajo. Tengo que ponerme a leerUna Brevísima Historia del Tiempo….
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