El elefante desaparecido
El elefante desaparecido es un de las películas peruanas más ambiciosas que haya visto. Se trata de una cinta que evita caer en clichés cada vez que puede, que jamás subestima a su público (es más, todo lo contrario) y que logró cautivarme con su atmósfera palpable, guión inteligente y misterio muy bien construido. Quizás el final sea demasiado ambiguo para su propio bien, y la actuación de Salvador del Solar definitivamente pudo haber sido mejor, pero aparte de eso se trata de uno de los mejores estrenos nacionales en lo que va del año, si no el mejor.
La película nos cuenta la historia de un escritor de novela negra, Edo Celeste (Salvador del Solar), cuya pareja sentimental, Celia (Vanessa Saba), desapareció en medio de un terremoto (siendo más específicos, el terremoto de Pisco del año 2007) sin dejar rastro. Cinco años después, una misteriosa mujer (Angie Cepeda) le entrega un sobre con 192 fotografías que forman un rompecabezas que le lleva a iniciar la búsqueda de su novia a lo largo de un laberinto lleno de dificultades que le sumergen en un juego altamente peligroso, el cual probablemente involucre a un actor (Lucho Cáceres) que interpretó al protagonista de sus novelas en una exposición de fotografías. Además, nuestro protagonista está siendo perseguido por una fiscal (Tatiana Astengo) que está convencida de que él fue el responsable de la muerte de su pareja.
Antes que nada, cabe mencionar que la película ha sido “marketeada” como la reunión de Salvador del Solar y Angie Cepeda, algo así como un Pantaleón y las Visitadoras 2.0, pero curiosamente ese no es el caso. Del Solar es, efectivamente, el protagonista de la cinta, pero Cepeda no aparece por más de 15 o 20 minutos en total, y jamás comparten escenas “candentes”. Lamentablemente se trata de un truco publicitario para atraer más público, el cual en realidad no es necesario, teniendo en cuenta la alta calidad de la producción.
A nivel básico, El elefante desaparecido es un misterio, y un misterio muy bien logrado, felizmente. La fuerza narrativa detrás de la película está en descubrir la naturaleza del rompecabezas que Edo arma, el responsable detrás de una serie de muertes que se están dando, y el destino del personaje de Vanessa Saba. Supongo que podría decirse que la trama es un poco enredada, y que incluso cuando las sorpresas se van revelando y los giros se van dando, resulta un poco difícil de entender, pero no fue algo que me molestara demasiado. Lo bueno de la cinta es que tiene sentido, que no se desmorona completamente cuando uno se pone a pensar en su narrativa, y que lo tiene a uno adivinando qué es lo que podría pasar a continuación. El final es ciertamente inesperado, aunque hubiera ayudado el que fuera más claro. El elefante desaparecido es una de esas películas que uno tiene que analizar posteriormente para poder entenderla al 100%, y que probablemente lo deje algo confundido a uno para cuando los créditos finales aparezcan.
Y esa es precisamente la razón por la cual probablemente aliene a una gran cantidad de espectadores. A diferencia de producciones anteriores de Tondero (Asu Mare, A los 40) no se trata de una película ligera y fácil de digerir; es más bien una película que requiere que el espectador piense, que analice ciertos giros en la trama y que no se pierda. No recomiendo concentrarse demasiado en la canchita o salir al baño en medio de una función de El elefante desaparecido; no diría que es una película densa, necesariamente, pero más bien una que nos presenta con una trama elaborada y compleja, la cual requiere que uno no deje el cerebro tirado en la entrada del cine. En ese sentido, se trata de una producción nacional refrescante.
Además, también me gustó el que evite la mayoría de clichés que uno podría imaginarse de una película de misterio. El protagonista tiene sus demonios internos, pero no es un alcohólico ni nada por el estilo, y a pesar de manejar una estética casi neo-noir, no hay ninguna femme fatale (lo siento, fans de Angie Cepeda.) Ah, y tampoco tenemos clichés de cine peruano, como escenas de sexo desnudos gratuitos, o personajes chabacanos. (Sí hay malas palabras, pero no son usadas de manera excesiva.) Los diálogos están bien escritos y, exceptuando una escena situada en la entrada de un edificio entre Del Solar y Cepeda, no se escuchan falsos ni forzados. Se trata de una cinta difícil de predecir, lo cual es excelente teniendo en cuenta que se trata de un misterio. No hay nada más frustrante que una película de suspenso en la cual el espectador puede predecir los resultados de la siguiente pista antes que los protagonistas.
Las actuaciones varían desde las buenas hasta las simplemente decentes. Salvador del Solar no hace un trabajo horrible, pero podría ser más expresivo. Su personaje se siente algo plano y aburrido, de repente debido a la manera en que ha sido escrito, pero definitivamente también gracias a la actuación tiesa de Del Solar. Me recordó bastante a Hayden Christensen en las precuelas de Star Wars o a Keanu Reeves en general. Como la mujer que pone la trama en marcha, Angie Cepeda da una actuación buena, pero no resalta demasiado. Vanessa Saba aparece únicamente en flashbacks y alucinaciones, y Tatiana Astengo interpreta a la fiscal metiche y desesperante de manera perfecta. Como Tony, Carlos Carlín convence en una papel serio, aunque el hecho de que se llame igual a su personaje de clown en Pataclown hizo reír a más de uno en la función a la que fui. Magdyel Ugaz no aparece por más de cinco minutos, y Andrés Parra interpreta un fotógrafo con mucho que esconder.
A nivel técnico, la película es impecable. La fotografía me hizo recordar a películas clásicas de misterio o noir, sin tener que estar en blanco y negro ni ser un filme de “de época.” El director Javier Fuentes-León hace uso de movimientos y ángulos de cámara interesantes para incrementar la tensión durante varias escenas, y en general demuestra tener un gran conocimiento de lo que hace que un misterio funcione. El sonido no tiene falla alguna, y la música de Selma Mutal hace uso de la técnica del leitmotif, cosa que muy pocas veces se ha visto en el cine peruano. De manera más resaltante, El elefante desaparecido es una de las pocas cintas peruanas que me han hecho preguntar “¿cómo habrán hecho eso?” un par de veces; por ejemplo, en una escena en que la cámara está directamente frente a un espejo (y obviamente no se refleja), o un en un plano en que Salvador del Solar se acerca y toca un espejo pero este no lo refleja. (Sí, aparentemente al director le gustan los espejos.)
Disfruté mucho de El elefante desaparecido. Disfruté de la manera en que el misterio fue yendo develándose poco a poco, disfruté de los diálogos bien escritos, de la fotografía llena de atmósfera, de la música memorable y en general de la interesante historia que nos cuenta. Quizás las actuaciones pudieron haber sido mejores, pero teniendo en cuenta el limitado universo de actores que se tiene en nuestro país, supongo el director hizo lo mejor que pudo. (Al menos no tiene a Carlos Alcántara.) Con su trama compleja, alto nivel técnico, buen guión y material simbólico bien desarrollado, El elefante desaparecido es una cinta peruana diferente, por lo que dudo vaya a ser un éxito de taquilla como las producciones anteriores de Tondero. Pero si para poder estrenar películas como ésta la productora tiene que sacar mil Asu Mares o quinientos A los 40, pues me los aguantaré. Definitivamente vale la pena.
Avance oficial:
- Mi calificación