Como buena parte de la filmografía del gran Steven Spielberg, “Jurassic Park” es el tipo de película que nunca envejecerá. Sí, quizás cuenta con algunos momentos en los que los efectos visuales podrían haber sido mejores, o puede que algunos de sus elementos narrativos no estén del todo bien pulidos. Pero lo que definitivamente no podemos negar es que fue un parteaguas en la industria; un filme que cambió la manera en que se producían los blockbusters en Hollywood, y que terminó por influenciar a un sinnúmero de películas. De hecho, el impacto que ha tenido en el cine se puede seguir sintiendo hasta hoy, especialmente considerando que en unos pocos meses se estrenará una nueva entrega de lo que ahora es una franquicia, “Jurassic World Renace”.
Pero regresemos al inicio. Cuando Spielberg y Universal compraron los derechos de la novela del famosísimo autor Michael Crichton a principios de los noventas, no tenían mucha idea de cómo irían a adaptarla a la pantalla grande. Inicialmente, pensaron que serían capaces de combinar animatrónicos con stop-motion, con la ayuda del genio de Phil Tippet. Pero fueron filmes como “Terminator 2: El día del juicio final” los que convencieron a Spielberg de que tomar la ruta digital sería la mejor idea. Se contactó con la gente de Industrial Light and Magic, de su amigo George Lucas, quienes le demostraron que las criaturas prehistóricas podrían ser creadas y animadas con tecnología digital. Era el comienzo de una nueva era de la que, se puede argumentar, todavía seguimos siendo parte.

Ahora bien, la parte tecnológica queda clara —y creanme, ahondaré en eso más adelante—, pero como seguramente muchas otras películas lo han demostrado, de nada sirve tener los mejores efectos visuales o especiales del mundo si la historia, la dirección y las actuaciones no funcionan. Felizmente, ese no es el caso de “Jurassic Park”. Sí, por momentos se siente más como una montaña rusa que como una película completa, pero ese es parte de su encanto. Lo que tenemos acá es un blockbuster ideal, que combina ideas fascinantes y conceptos bien desarrollados con una buena cantidad de tensión y, por supuesto, criaturas prehistóricas que nunca antes se habían visto tan increíbles en la pantalla grande. Si “Jurassic Park” no hubiese sido dirigida por Spielberg, lo más probable es que el balance entre todos estos elementos no se hubiese mantenido.
“Jurassic Park” comienza con un breve prólogo en el que vemos al cazador Muldoon (Bob Peck) tratando de enjaular a unas misteriosas criaturas con la ayuda de todo un equipo, y fallando —parcialmente— en el intento. Después, pasamos a centrarnos en Alan Grant (Sam Neill) e Ellie Sattler (Laura Dern), un par de paleontólogos ocupados en su trabajo. Sin embargo, son interrumpidos por su millonario benefactor, Hammond (Sir Richard Attenborough), quien les pide que lo acompañen a la Isla Sorna, cerca de Costa Rica, donde está a punto de abrir un nuevo parque se atracciones. Él cree, pues, que tanto Alan como Ellie son las personas ideales para darle el visto bueno al parque, y así dejar contento al abogado que representa a los financistas de Hammond, Gennaro (Martin Ferrero).
¿Y por qué son ellos las personas ideales? Porque como se enteran al llegar a la isla, resulta que Hammond está construyendo Jurassic Park, un parque de diversiones combinado con zoológico, centrado en dinosaurios reales que han sido traídos a la vida gracias a la magia (o bueno, ciencia) de la genética. Inicialmente, todo parece ser increíble, y nuestros dos protagonistas se quedan con la boca abierta luego de ver a estas criaturas moverse, respirar y bueno, vivir en nuestro mundo. Jurassic Park parece ser un lugar de ensueño, en donde científicos como Wu (BD Wong) son capaces de modificar el código genético de estas criaturas para controlarlas, y hasta asegurarse de que no puedan reproducirse entre sí.
Pero poco a poco, Alan y Ellie se van dando cuenta junto a otro invitado, el matemático experto en la teoría del caos, Ian Malcolm (Jeff Goldblum), que el parque trae consigo múltiples problemas. Estos, de hecho, se tornan más graves una vez que un empleado traidor de Hammond, el programador Dennis Nedry (Wayne Knight) desactiva todos los sistemas de seguridad de la isla para meterse a robar unos embriones de dinosaurio. Es por eso que nuestros protagonistas se ven obligados a tratar de sobrevivir, intentando ayudar, además, a los nietos de Hammond, Tim (Joseph Mazzello) y Lex (Ariana Richards) a que no sean comidos por dinosaurios en una isla desconocida, y en plena tormenta tropical.
Evidentemente, lo que más llamó la atención de “Jurassic Park” en su momento fue el espectáculo; el hecho de que por fin teníamos una película de gran presupuesto que nos mostraba dinosaurios de la forma más realista posible, integrándose en locaciones reales e interactuando con seres humanos. Puede que estas creaciones no luzcan precisamente como las criaturas que existieron hace millones de años (les faltan bastantes plumas, para empezar), pero lo importante es que se ven absolutamente realistas, como animales que uno podría tocar y percibir con sus propios ojos. No hay un solo momento en el que “Jurassic Park” quiebre la ilusión que ha logrado desarrollar con tanto cuidado, convenciendo al espectador de que estos dinosaurios están ahí, en pantalla, junto a los actores humanos.

Esto se debe a que Spielberg utilizó las limitaciones tecnológicas y presupuestales del proyecto a su favor. En realidad, los dinosaurios no aparecen por más del 11% del filme, pero como sus escenas están tan bien espaciadas, se sienten como una presencia constante. Y para traerlos a la vida, combina, como se dijo líneas arriba, animatrónicos con imágenes digitales, en términos generales, usando los primeros para los primeros planos o los momentos donde las criaturas tenían que interactuar con la gente, y los segundos para planos más abiertos, o aquellos que requerían de movimientos más complicados. El no depender de una sola tecnología le otorgó mucha libertad a Spielberg y su equipo, y además ayudó a que los dinosaurios se sientan como criaturas verosímiles, capaces de todo y de aparecer en toda suerte de ambientes (interiores, exteriores, lugares lluviosos, cocinas, lobbies, y mucho más).
Además, “Jurassic Park” está llena de momentos de verdadero suspenso, los cuales son dirigidos con aplomo por Spielberg. Destacan el prólogo, por supuesto, y el primer ataque por parte del T-Rex a las Jeeps, pero también el intento por parte de Tim y Alan de bajar de un árbol mientras un carro se cae por encima de ellos; Muldoon y Ellie enfrentándose a un par de Velociraptors; dichos Velociraptors buscando a los niños en una cocina; y por qué no, una breve persecución entre un T-Rex y un Jeep que inspiró a incontables videojuegos basados en la franquicia. La forma, además, en que Spielberg va haciendo que cada secuencia de acción se sienta más grande y tensa es magistral, dejando en claro que el parque es un lugar extremadamente peligroso, donde cualquier personaje podría morir.
Consideren, si no, la forma en que “Jurassic Park” pone en peligro a los niños. Es algo que no todo filme se atrevería a hacer, pero que ayuda a que el espectador sienta que ningún personaje está a salvo. Tanto Tim como Lex terminan bastante malheridos, y el primero incluso es electrocutado (pero eventualmente salvado por Alan). Además, pasan de ser ayudados constantemente por los adultos, a enfrentarse ellos solitos a los Velociraptors —de alguna manera, cuentan con un arco de crecimiento, en el que la situación en la que se involucran los obliga a madurar un poco y valerse por sí mismos. No es nada súper complejo, pero agradezco que esté aquí de todas maneras.
Eso sí, en términos generales, “Jurassic Park” no cuenta con los personajes más complejos del mundo. Es por eso que considero al filme más como un extraordinario ejercicio de suspenso, maestría visual y acción, que una historia verdaderamente completa (interesante, en todo caso, que Spielberg haya sido capaz de sacar esta película y la devastadora “La lista de Schindler” en el mismo año; dos filmes diametralmente opuestos, pero muy buenos de formas distintas). Alan Grant, por ejemplo, es un protagonista arquetípico, algo así como un Indiana Jones menos aguerrido o interesante; su arco le permite llevarse mejor con niños, a quienes al inicio de la película odia. Ellie Sattler no cuenta con ningún arco evidente, pero Hammond sí, quien se supone aprende una lección de humildad con todo lo que sucede en su parque.
De hecho, es ahí donde encontramos los elementos narrativos más intrigantes de “Jurassic Park”. La película nos dice mucho sobre la importancia de la humildad frente a avances tecnológicos y científicos, tema que es divulgado de forma explícita por el Ian Malcolm de Jeff Goldblum. Tal y como lo dice en un momento que ya se ha convertido casi en meme: “los científicos estaban tan preocupados en que podían hacer algo, que se olvidaron de pensar si debían hacerlo”. Y es ahí que se resume muy bien lo que propone “Jurassic Park”: es una película que le permite al espectador asombrarse por lo que Hammond (y a su vez, Spielberg) ha creado, pero que también nos advierte que este tipo de creaciones tienen que ser tratadas con cuidado, dejando el ego al lado. De lo contrario, tanta libertad, tanta obsesión por controlarlo todo puede traer consigo terribles consecuencias.

Es así que todo lo malo que sucede en Jurassic Park es consecuencia de la codicia. La codicia de Dennis Nedry por obtener más dinero. La codicia de Hammond por convertirse en un nuevo creador, una suerte de dios. Incluso la obsesión por parte de Muldoon de cazar animales, a quienes considera como sus iguales. “Jurassic Park” es una película dominada por hombres que lo quieren todo, y que están en conflicto con personajes que les advierten que no pueden controlar lo incontrolable. Es Ian Malcolm, nuevamente, quien dice que “la vida siempre encuentra un camino”, cosa que es comprobada por Alan cuando se da cuenta que los dinosaurios han logrado reproducirse, consecuencia de contar con ADN de ranas capaces de cambiar de sexo en ambientes monosexuales (uy, cuando ciertas autoridades locales se enteren que existen animales capaces de cambiar su propio sexo… ¡ups!).
En fin. Mucho más podría escribir sobre “Jurassic Park”. Podría escribir sobre como, para variar, Spielberg es un maestro del blocking y el movimiento de cámara, siempre consciente de donde coloca su cámara y a sus actores, utilizando el movimiento de su encuadre para generar admiración y expectativa y tensión. Y podría escribir sobre como la cinta está llena de imágenes icónicas e diálogos memorables (“¡agárrense de sus traseros!”, dice varias veces un joven Samuel L. Jackson). ¡Y cómo no mencionar la música del maestro John Williams, quien para variar nos entrega una de sus mejores composiciones musicales en el Tema Principal de “Jurassic Park”! En términos generales, la banda sonora de Williams para este filme no es la mejor de su carrera, pero al menos del Tema Principal —emocionante, grandilocuente, naif— no podemos decir nada malo.
“Jurassic Park” no me hace llorar como “E.T.: El Extraterrestre”, ni se siente absolutamente perfecta, como “Indiana Jones y los Cazadores del Arca Perdida”. Pero a su manera, es un blockbuster excepcional, lleno de ideas interesantes sobre los peligros del control y el avance científico desmedido, y repleto de increíbles secuencias de acción y suspenso. Los personajes podrían haber sido mejor desarrollados, es verdad, pero incluso dentro sus limitantes arquetípicas, se han convertido en iconos del cine norteamericano, tanto así que varios de ellos han ido retornando para las múltiples secuelas que han salido. “Jurassic Park” es la máxima demostración de los poderes de Steven Spielberg como director del pueblo; como un artista de la diversión, que muy pocas veces hace las cosas a medias. “Jurassic Park” es un clásico; no un clásico perfecto, pero sí uno que me animo a ver un par de veces al año todos los años, como para sentirme nuevamente como niño.
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