Escrita y dirigida por Jimmy Warden (guionista de Oso intoxicado), Borderline intenta desarrollarse como una suerte de thriller con elementos de comedia negra, centrándose en un fan obseso que trata de casarse a la fuerza con una celebridad. Es una premisa que muy bien se hubiera podido aprovechar para narrar una historia intensa y llena de giros intrigantes, pero que lamentablemente en Borderline resulta en una experiencia que no carece de elementos de interés, pero que igual termina siendo irregular. En pocas palabras: Borderline daba para más.
El filme se lleva a cabo en Los Ángeles de la década del 90, y comienza con un breve prólogo en el que vemos a Paul Duerson (Ray Nicholson, hijo de Jack, a quien vimos el año pasado en Sonríe 2) intentando meterse a la casa de la celebridad de sus sueños, la famosísima artista Sofia (Samara Weaving, de Azraely Babylon). Hay un pequeño problema, sin embargo: el fiel guardaespaldas de esta última, Bell (Eric Dane, de Euphoria), le bloquea la entrada al inestable Paul, por lo que este no tiene mejor idea que acuchillarlo en el estómago, dejándolo por muerto para entrar a la mansión y usar las cosas de su cantante favorita.

Seis meses después, nos enteramos de que Bell sobrevivió al ataque y logró llamar a la policía, lo cual resultó en la encarcelación de Paul. Pero como las cosas no pueden salir del todo bien, este último logra escapar de la cárcel junto a una prisionera incluso más loca, la francesa Jenny (Alba Baptista, de Warrior Nun), e inmediatamente comienza a planear su retorno a la casa de Sofia. Y eso es precisamente lo que termina logrando, con la ayuda tanto de su nueva amiga como de su tuerto compinche, el gigante JH (Patrick Cox). Es así que Sofia termina atrapada en su casa junto a sus captores, enterándose de que Paul en realidad se quiere casar con ella, convencido de que es el amor de su vida. Y al parecer, el único capaz de ayudarla será, para variar, el fiel Bell.
Considerando lo que la narrativa plantea, Borderline podría haberse desarrollado de tal manera que nos dijera algo sobre los fandoms tóxicos, lo obsesos que pueden tornarse ciertos fanáticos, y las relaciones parasociales que terminan generándose entre espectadores o consumidores, y las celebridades. Desafortunadamente, la película no está particularmente interesada en desarrollar cualquiera de esos temas, al menos no de forma profunda. Lo que hace, más bien, es utilizarlos como punto de partida para presentarnos una historia que no se toma muy en serio a sí misma, combinando elementos de un thriller de asesinos con los de una comedia negra y absurda.
Aquello no sería algo malo si es que Borderline fuera hilarante o siquiera medianamente graciosa, pero ese no es el caso. El filme con las justas logró arrancarme un par de sonrisas, más bien abusando de sus elementos fársicos, lo cual no hace más que restarle tensión a la mayor parte de situaciones que nos presenta. Lo cual es curioso, porque quienes al final del día logran aligerar el tono del filme son tanto Paul como Jenny; el resto de personajes, más bien, se toman la historia completamente en serio, pasando por una serie de situaciones traumáticas y violentas. La Sofia de Samara Weaving en particular luce aterrada durante buena parte de la cinta, pero el guion de Warden nunca llega a explorar de forma satisfactoria las consecuencias que estos repetidos intentos de acoso podrían tener en la psique de una mujer como ella.
Lo cual es una pena porque, como siempre, Weaving da una actuación interesante y creíble. Su Sofia no es presentada como una gran persona, necesariamente, si no más bien como una artista a quien le cuesta entablar relaciones duraderas o verdaderas, tanto así que su más reciente conquista, el inesperadamente noble basquetbolista Rhodes (Jimmy Fails) se siente usado por ella. No obstante, mientras va avanzando la película más vamos perdiendo a Sofia como protagonista, siendo reemplazada por el Paul de Ray Nicholson. Weaving hace lo que puede, entonces, con un rol frustantemente simplista que, de ser interpretado por alguien de menor talento (y menos presencia en pantalla) simplemente no hubiese funcionado.
Por otro lado, al Bell de Eric Dane se le siente algo tieso, como si el veterano actor no supiera exactamente por qué está en la película o qué es lo que tiene que hacer. Y aunque por momentos parece que tanto Nicholson como Baptista están un código actoral completamente distinto al de sus colegas, no se puede negar que ambos la pasan de lo lindo interpretando a sus desequilibrados personajes. Nicholson, con su gran sonrisa y ojos desorbitados, interpreta a Paul como alguien que está confundido la mayor parte del tiempo, alucinando con una Sofia que podría llegar a quererlo, y recurriendo a actos violentos casi sin darse cuenta. Y Baptista interpreta a Jenny como una psicópata total: alegre, casual, sedienta de sangre y carente de habilidades sociales. No sé si es una buena actuación, necesariamente, pero sí que es entretenida y deliciosamente exagerada.

Queda claro, entonces, que hay elementos disfrutables en Borderline. Los actores dan todo de sí por más de que no siempre estén en el mismo código, y hay planos verdaderamente hermosos, desde uno en el techo de un edificio, con la puesta de sol lejos en el horizonte, hasta el de Sofia y Rhodes bailando en una discoteca, iluminados con una fuerte luz roja. Además, por más de que el filme intente ser gracioso, sí cuenta con ciertos elementos de verdadero suspenso, como cuando Paul por fin logra meterse en el casa con Sofía en su interior, o como cuando Jenny mata al vigilante de la mansión dentro de su cabina. Hay ideas, conceptos, momentos e imágenes interesantes en Borderline; el problema es que no son suficientes como para crear un producto final cohesivo, que sea más que la simple suma de sus partes.
Es así que Borderline terminó frustrándome un poco. La cinta definitivamente podría haber hecho mucho más con su intrigante premisa, concentrándose en desarrollar una experiencia verdaderamente tensa sin necesariamente abandonar sus ambiciones cómicas. El problema parece ser que Warden no estaba seguro de lo que quería transmitir, interesado más en quedarse en la superficie —en el cómo y no tanto en el por qué— que en explorar a sus personajes y sus necesidades. Samara Weaving está genial (¿cuándo no?), y la experiencia en general es entretenida, pero considerando la premisa que maneja, no puedo evitar sentir que Borderline pudo ser mucho más. Mírenla por Weaving y hasta por Nicholson, pero no esperen ver algo espectacular o siquiera completamente satisfactorio.
Nota: Vi este film gracias a un screener cortesía de Magnolia Pictures y Magnet Releasing.
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