John Williams es uno de los mejores y más reconocidos compositores de música para cine de la historia. Muy poca gente lo negaría. Desde su música para la saga de Star Wars, hasta su trabajo para el 95% de la filmografía de Steven Spielberg, o la banda sonora de sagas como la de Harry Potter, millones de personas alrededor del mundo han escuchado su música. La tararean, la silban, y la reconocen como parte de sus infancias o de sus recuerdos más gratos en una sala de cine. Es por todo eso que ya era hora de que alguien le rinda homenaje a través de un documental —un documental como La música de John Williams, disponible ahora en Disney Plus.
Porque al final del día, eso es lo que es: un homenaje. No van a encontrar demasiadas críticas, detalles sobre sus problemas profesionales o personales, o momentos incómodos en La música de John Williams. Ese no es el objetivo de la película. Su objetivo es demostrar lo importante que ha sido Williams para la industria cinematográfica norteamericana, pero también para difuminar la línea que solía dividir la musica orquestal tradicional de la música popular para públicos masivos. La música de John Williams es, pues, un documental para fanáticos del cine y, por supuesto, para fanáticos del trabajo de Williams que, por más de que incluya uno que otro momentito negativo, termina concentrándose en todos los aspectos positivos de la carrera y el trabajo de Williams.
A nivel estructural, La música de John Williams no hace nada revolucionario, pero no tiene por qué hacerlo. Se lleva a cabo como un documental bastante tradicional, incluyendo testimonios de parte de colegas y admiradores de Williams, desde el mismísimo Spielberg (quien además produce la película), hasta otros directores, como George Lucas (lógicamente), James Mangold o Chris Columbus, productores como Kathleen Kennedy o Frank Marshall, músicos como Yo-yo Ma o Itzhak Perlman, y gente de la industria que simplemente admira su trabajo, como Seth MacFarlane, creador de Padre de Familia. Entrelazado con eso, la cinta incluye material de archivo como fotos o videos caseros grabados por Spielberg, así como imágenes contemporáneas de Williams (quien ahora tiene noventa y dos años y sigue trabajando).
Fuera de eso, La música de John Williams maneja una narrativa cronológica, comenzando con los primeros años de la carrera de Williams, especialmente como pianista y luego como músico de Jazz. De hecho, durante sus primeros veinte años de carrera, aproximadamente, Williams era más conocido por dicho género, casi como si hubiese tenido una carrera entera completamente distinta antes de meterse en el mundo del cine. Además, La música de John Williams hace énfasis en el legado musical de Williams —tanto su padre como sus hermanos son músicos, y hasta sus hijos trabajan en la misma industria (uno de ellos, Joseph, es el vocalista de la banda “Toto”).
Lo más interesante del filme, pues, es que nos ofrece un breve vistazo a Williams como persona y compositor; una oportunidad poco común, considerando lo reservado y hasta tímido que el célebre músico ha sido siempre. Resulta refrescante verlo reír, interactuar con sus amigos y colegas (especialmente Spielberg) y hablar con franqueza sobre su trabajo y carrera. Se nota que es una persona humilde y un gran amante de la música; alguien que respira música y que siempre lo hizo, y que incluso ahora no se considera como uno de los maestros. Cuando le preguntan qué composiciones cree que lo representan más, da un par de ejemplos (como el tema de Yoda de El imperio contraataca, o varios pedazos de sus composiciones para concierto), pero jamás se siente como alguien soberbio, consciente de lo importante y célebre que es.
El homenaje a Williams, más bien, es transmitido a través de los testimonios. Evidentemente, Spielberg es una figura importante en el documental, hablando de cuando se conocieron, de cómo le enseñó por primera vez los temas de Tiburón (dos notas) o Encuentros cercanos del tercer tipo (cinco notas), y de cómo siguieron trabajando juntos hasta el día de hoy. Pero también tenemos a George Lucas y JJ Abrams hablando sobre su sobresaliente trabajo para Star Wars, Chris Columbus hablando sobre Mi pobre angelito y las primeras dos películas de Harry Potter, y hasta Ron Howard hablando sobre Far and Away. Es así que la versatilidad de Williams queda clara, no solo gracias a la gran variedad de géneros con los que ha trabajado, si no también por la inclusión de su trabajo en el género del Jazz, y hasta para instituciones como las Olimpiadas o el canal de televisión NBC.
No obstante, y como era de esperarse, no puedo dejar de pensar que La música de John Williams pudo incluir más. Por ejemplo, no ahonda en su trabajo para la tercera película de Harry Potter, El prisionero de Azkaban (quizás uno de sus trabajos más interesantes en el mundo de los blockbusters), de repente porque no pudieron conseguir a Alfonso Cuarón como invitado. Y se saltea varios de sus trabajos más recientes —por más de que Mangold aparezca, por ejemplo, no llega a hablar sobre sus contribuciones a Indiana Jones y el Dial del Destino, película que él dirigió. Y claro, como se dio a entender líneas arriba, toca muy breve y ligeramente los momentos difíciles de su vida, como cuando su primera esposa murió a los cuarenta y un años, dejando a Williams a cargo de sus tres hijos.
No obstante, como fanático de Williams y de la mayoría de películas en las que ha trabajado, no puedo negar que la pasé muy bien con La música de John Williams. Desde los extractos de su música, hasta el redescubrimiento de material antiguo (como sus apuntes originales para Encuentros cercanos… o la primera Star Wars) o las declaraciones de sus colegas y amigos, La música de John Williams incluye todo lo que uno esperaría de un sentido homenaje al talentoso compositor y músico. Imposible no sentir algo con el tema de vuelo de E.T.: El Extraterrestre (película que siempre me hace llorar), o con el solo de violoncello de Yo-yo Ma para La lista de Schindler —música que funciona perfectamente en el contexto de sus respectivas películas, pero que ha trascendido lo audiovisual para convertirse en verdadera música popular, amada por miles (o millones) de personas. Es ahí donde radica el legado de Williams: en lo que nos hace sentir y en su influencia. Y La música de John Williams lo deja más que claro.
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