¿Podemos ir más allá de lo que nuestros instintos nos dicen? ¿Tenemos que hacer lo que se SUPONE debemos hacer, o podemos tomar decisiones propias, distintas? ¿Y cuál es la verdadera diferencia entre la familia con la que nacemos, y la familia que termina criándonos? Estas son algunas de las preguntas que plantea “Robot Salvaje”, una excelente película animada producida por Dreamworks, y basada en el libro de Peter Brown. Se trata, pues, de una experiencia inesperadamente emotiva, que no tiene miedo de tocar algunos temas bastante maduros, para desarrollarlos de forma entretenida, por momentos graciosa, pero felizmente, emocionalmente honesta. Había leído y escuchado mucho ya sobre “Robot Salvaje”, pero nada de eso me preparó para lo mucho que me terminó gustando la película.
Al comenzar “Robot Salvaje”, vemos cómo el personaje del título (con voz de Lupita Nyong’o) ha caído en las orillas de una isla habitada únicamente por animales. Se trata de una robot fabricado por una corporación enorme llamada Universal Dynamics, y que tiene como objetivo cumplir las misiones que se supone sus dueños le deberían dar. Al encontrarse en medio de la naturaleza, sin embargo, al robot le cuesta mucho encontrar un propósito. De hecho, sus primeros encuentros con las criaturas del bosque son bastante accidentadas, muchas de ellas más bien animándose a atacarla, robarle sus partes, y en general, hacerle la vida imposible, considerándola como una suerte de monstruo que no pertenece a este lugar.
Las cosas cambian, sin embargo, primero cuando la robot aprende el idioma de los animales (para poder comunicarse bien con ellos), pero más importante, cuando cae de casualidad en un nido de gansos, acabando accidentalmente con todos los huevos que había en su interior menos uno. De aquel huevo sale Brillo (voz de Kit Connor), quien eventualmente de convierte en el “hijo” de la robot, quien además obtiene el nombre de Roz. Es junto al pequeño Brillo, un pajarito frágil, de alas cortas, al cual le cuesta mucho aprender a nadar y volar, y a un astuto zorro llamado Fink (voz de Pedro Pascal) que Roz forma una nueva familia, atípica y algo disfuncional. Pero una vez que Brillo se da cuenta que Roz no es su verdadera madre, la misión de esta última cambia: tiene que enseñarle a volar, para que así pueda migrar con el resto de gansos de la isla, y ser parte del grupo al que siempre debió pertenecer.
Resulta fácil darse cuenta, al leer la sinopsis de la película, que “Robot Salvaje” tiene mucho qué decirnos sobre los padres putativos y las familias “creadas”. De hecho, es ahí donde radica buena parte del poder de la película: uno no tiene que ser madre de sangre de su hijo para que se convierta en LA persona en la que puede confiar. Evidentemente, esto se ve reflejado en la reacción que Brillo tiene ante la revelación de la verdad, la cual incluye la posibilidad de que Roz haya matado a sus hermanos, por más de que hayan estado dentro de huevos. Pero como suele pasar en este tipo de películas, el gansito eventualmente se da cuenta que, en realidad, Roz lo salvó; le dio una vida que de otra manera no hubiera podido tener, y lo convirtió en alguien único e importante.
Es por eso, pues, que se puede decir que es en las relaciones entre personajes donde “Robot Salvaje” tiene una de sus mayores fortalezas. El vínculo entre Roz y Brillo es potente, y la amistad que desarrollan con Fink (un depredador natural para el ganso, que sin embargo se convierte en una suerte de tío para él) contribuye a OTRO de los temas de “Robot Salvaje”: que uno no siempre tiene que limitarse a sus instintos o al rol que supuestamente tiene en la vida. Se SUPONE que Fink debería comerse a Brillo, pero al ser una criatura solitaria, melancólica y que siempre deseó el amor, más bien termina convirtiéndose en parte de la familia de la robot y el gansito, dándose cuenta que, en ellos, ha encontrado lo que siempre quizo. Nada de esto se siente forzado, si no más bien como una extensión natural de las caracterizaciones y motivaciones de los personajes.
Es así, entonces, que “Robot Salvaje” se termina desarrollando como una experiencia increíblemente emotiva, que felizmente nunca llega a ser exageradamente manipuladora o cursi. Los momentos más emocionalmente fuertes se sienten orgánicos, como algo que los personajes merecen y que tiene sentido en el contexto de la historia. Y aunque hay ciertos momentos en los que la película parece querer usar el estereotípico concepto de sacrificio desinteresado, al final lograr evitar caer en ese tipo de clichés. La forma en la que el filme acaba, de hecho, es emotiva y hasta agridulce, pero a la vez, cuenta con una pequeña cuota de esperanza, la cual, además, da a entender que podríamos regresar a este mundo en más películas (Peter Brown ha escrito varios libros del “Robot Salvaje”, así que hay material de sobra en el cual basarse).
Visualmente, “Robot Salvaje” es de las cintas animadas más impresionantes que haya visto este año. Obviamente hace uso de animación y modelos en 3D, pero a la vez, la película cuenta con una estética bien de pintura, en donde muchos de los ambientes y las texturas utilizadas para ellos (y para los personajes, especialmente los peludos) lucen como pinturas de acuarela, con trazos orgánicos e imperfectos. Es un “look” impactante, que resulta en planos verdaderamente bellos, muchos de los cuales aprovechan los colores fuertes de la naturaleza. Después de todo, “Robot Salvaje” también juega bastante con el contraste entre lo natural y lo artificial; entre lo orgánico, que se está perdiendo gradualmente, y lo hecho por el hombre, que personificado en el robot del título, puede cambiar y ser mejorado.
Se puede argumentar, por otra parte, que “Robot Salvaje” cuenta con un mensaje ambientalista, pero no es el tema principal de la película. No obstante, esto se puede observar en la construcción del mundo en el que se lleva a cabo el filme. “Robot Salvaje” nos otorga miradas breves pero importantes al mundo fuera de la isla, un planeta Tierra en el que varias ciudades están bajo el agua, y donde los humanos están tratando de recuperar la naturaleza, haciendo uso de plantaciones artificiales, muchas de ellas manejadas por robots similares a Roz. Es una visión pesimista pero a la vez optimista del futuro; pesimista porque claramente el cambio climático ha tenido un fuerte impacto en la civilización humana, pero optimista porque al menos incluye a personas que están tratando de corregir los errores de sus antepasados.
En fin, fuera de un par de momentos de humor que no funcionan, así como un final algo estirado, no tengo muchas quejas respecto a “Robot Salvaje”. Lo que tenemos acá es una película animada excepcional, que haciendo uso de un estilo de animación francamente bello, personajes bien desarrollados, relaciones potentes entre personajes, y temas relacionados a la familia, la maternidad, la convivencia y sí, el cambio climático, logra entretenernos y hasta hacernos llorar. “Robot Salvaje” es de lo mejor que Dreamworks ha producido, y una película familiar que, sin embargo, no tiene miedo de tratar a su público objetivo con respeto, hasta incluyendo referencias a la muerte y a la violencia que está tan presente en la cadena alimenticia. Si no lo han hecho ya, vale mucho la pena que vayan a ver “Robot Salvaje”; muy pocas otras películas animadas este año han estado a este nivel.
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