Sonríe 2

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El concepto central de la original “Sonríe” (original, terrorífica) parecía ser imposible de repetir, o al menos, de usar para una segunda parte. Después de todo, ¿qué más se podría hacer con la idea de un demonio que posee a la gente, dándoles una gran sonrisa en la cara, para ir de huésped en huésped, como un virus? Pues resulta que SÍ había una manera de continuar esta idea. Lo que el director-guionista Parker Finn ha hecho con “Sonríe 2”, pues, es EXPANDIR los conceptos introducidos en su predecesora, desarrollándolos de maneras cada vez más originales y perturbadoras, cambiando de protagonista —lo cual tiene todo el sentido del mundo—, pero quedándose en el mismo universo. El resultado es una de las mejores secuelas de terror que se hayan hecho, y de lo mejor que he visto del género este año.

Al comenzar la película, vemos como el único personaje que regresa de la película anterior, el policía Joel (Kyle Gallner, que entre esta película y la excelente “Strange Darling” está teniendo una excelente racha con el terror), trata de deshacerse de la maldición del demonio de la sonrisa, pero de casualidad, termina pasándosela a un asustadizo “dealer” de drogas, Lewis Fregoli (Lukas Cage). Resulta que dicho “dealer” le vende pastillas para el dolor a la superestrella del pop Skye Riley (una espectacular Naomi Scott, de “Power Rangers” y “Aladino”), quien sufre de dolores de espalda luego de haberse recuperado de un terrible accidente de carro, en el que murió quien asumimos era su pareja en el momento, un actor llamado Paul Hudson (Ray Nicholson).

Es a través de Lewis, pues, que Skye termina recibiendo la maldición de la sonrisa, la cual comienza a destruir su vida de a pocos. Como se nos explica en la película, el demonio se alimenta de los pensamientos oscuros y autodestructores de su huésped, por lo que en este caso se aprovecha del estrés postraumático del que sufre Skye, así como de su (ahora) mala relación con su mejor amiga, Gemma (Dylan Gelula), y las complicadas interacciones con su madre y manager, Elizabeth (Rosemarie DeWitt). Gradualmente, Skye comienza a tener problemas diferenciando la realidad de las alucinaciones, viendo rostros sonrientes en todas partes, y alucinando con escenas de violencia y sangre. Todo parece estar perdido, hasta que conoce al misterioso Morris (Peter Jacobson), quien le explica lo que está pasando, y por ende, la única forma aparente de acabar con el demonio.

Lo que hace Finn con “Sonríe 2”, pues, es expandir la mayoría de conceptos que introdujo con la primera película. La idea de contener esta premisa en el mundo de la música y el espectáculo es genial; le permite tener a una protagonista que siempre tiene que estar bajo la mirada de todos, en escenarios y lugares públicos, y que por ende tiene que tratar de manejar su complicada situación dentro de un contexto prácticamente carente de privacidad. Ese contraste entre la faceta pública de Skye, y los problemas que comienza a tener —los cuales la gente comienza a relacionar con drogas— es lo que le otorga mucha tensión a la historia. Skye está siempre bajo presión por parte de su equipo para ensayar y cantar y bailar e ir a eventos públicos, lo cual se va tornando cada vez más difícil debido a sus alucinaciones.

Además, está todo el trauma del que sufre debido al accidente de carro del que sobrevivió. Dicho momento —el cual es revelado poco a poco a través de varios “flashbacks”— le permite a Finn presentarnos varias imágenes perturbadoras, muchas de ellas protagonizadas por una versión anterior de Skye, con un pelo negro que contrasta perfectamente con su nuevo “look” rubio y más corto. Pero también resulta en varios momentos de “gore” chocante, muchos de ellos relacionados a las heridas que Skye sufrió en el accidente, pero también a los ataques con los que alucina. Resalta, por supuesto, una primera muerte (que incluye un rostro desfigurado y todo), pero también una escena en la que se ve acosada por un grupo grande de entes sonrientes, y una secuencia en un hospital que no podría ser más tensa.

De hecho, “Sonríe 2” es de las experiencias más terroríficas que haya tenido este año. Se trata de una historia que maneja un nivel casi inaguantable de tensión, en la que no resulta difícil empatizar con la protagonista —una chica que está pasando por situaciones increíblemente difíciles, trata de lidiar con su estrés postraumático, está siendo presionada por su madre y su equipo y la disquera, y encima no tiene nadie en quién confiar. Skye es, como suele pasar en películas centradas en celebridades, alguien que lo tiene todo y a la vez nada; una mujer exitosa que sin embargo casi no tiene amigos, y cuya madre se comporta más como una “manager” que como un familiar cercano. “Sonríe 2” logra meternos en su cabeza; sentir cómo la confusión dentro de ella va empeorando y empeorando.

Ahora, soy fanático de Naomi Scott desde hace unos años; de hecho, desde que la vi en la infravalorada nueva versión de los “Power Rangers” para el cine. No obstante, lo que hace aquí es superior a cualquiera de sus trabajos anteriores. La joven actriz británica desarrolla a Skye de forma creíble, dejando muy en claro por qué es tan popular como estrella pop, pero a la vez, transmitiendo con efectividad la creciente desesperación que va sintiendo, modulando sus emociones y llegando a grandes intensidades en los momentos correctos. Nunca exagera, más bien actuando como una persona complicada, llena de demonios internos —algunos metafóricos, y otros muy reales. Por otro lado, Dylan Gelula (“El hombre de los sueños”) es creíble como Gemma, la mejor amiga, y Ray Nicholson (habiendo heredado la sonrisa perturbadora de su padre Jack) destaca en un rol breve pero importante.

Disfruté bastante de la primera “Sonríe”, pero esta secuela ha hecho lo que toda buena segunda parte siempre debería hacer: expandir los conceptos de su predecesora, sin repetir al pie de la letra lo que funcionó antes, y mejorar sus deficiencias. No es una película perfecta —a veces abusa de los “jump scares”, y algunos momentos son más frustrantemente confusos que otras cosa—, pero en general, se trata de una experiencia notable. Haciendo un excelente uso de su premisa, “Sonríe 2” nos presenta a una protagonista tridimensional, y logra desarrollar varios momentos de innegable suspenso, usando “gore” de forma ocasional para que no pierda su impacto, y mezclando lo real con lo alucinado para meter de lleno al espectador en la mente de Skye. Todavía no acaba el año, pero dudo mucho que vaya a ver una mejor película de terror este 2024; si a Finn se le ocurre una idea para una tercera parte, espero que logre mantener el nivel de calidad al que llegó con “Sonríe 2”.

Avance oficial:

90%
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