Por fin, después de mucha espera, podemos ver “Godzilla Minus One”. No en cines, desgraciadamente, pero al menos en Netflix, plataforma de streaming que, de forma inesperada y repentina, anunció la llegada de la muy esperada película japonesa unas cuentas horas ates de que aparezca en su sistema. Y aunque claramente hubiese preferido ver “Godzilla Minus One” en la pantalla grande, no me puedo quejar. Lo que tenemos acá es una experiencia verdaderamente impactante, la cual debería sorprender y agradar y emocionar tanto a los fanáticos de los Kaijus y el legado del buen Gojira, como a quienes simplemente estén buscando una buena historia.
Porque puedo declarar, con mucha emoción, que todo lo que ya seguramente habían leído y escuchado es cierto: “Godzilla Minus One” es una muy buena película. Enfocándose más en la humanidad de sus personajes que en simples peleas de monstruos, lo que hace el filme es desarrollar una narrativa que vale la pena seguir, enfocada en las consecuencias de la participación de Japón en la Segunda Guerra Mundial, y en las maneras en que sus habitantes lidian con ello. Es una cinta interesada en utilizar a Godzilla no como un monstruo con personalidad, si no más bien como una fuerza de la naturaleza, imprevisible y dañina. Es una propuesta, pues, muy distinta a la del Monsterverso de Legendary Pictures, pero no por ello menos emocionante o intrigante.
“Godzilla Minus One” comienza con un prólogo en 1945, en el que vemos a nuestro protagonista, el piloto Kamikaze de la Segunda Guerra Mundial, Koichi Shikishima (Ryunosuke Kamiki) aterrizando su nave en una base japonesa en una isla, luego de arrepentirse de cumplir su misión. Es ahí donde sobrevive un terrible ataque por parte de Godzilla, una criatura de origen nuclear que parece estar adolorida todo el tiempo, confundida y llena de agresión. Todos los demás soldados, desgraciadamente, mueren —a excepción de Tachibana (Greg Chun), quien queda decepcionado de Shikishima luego de que este no logra acabar con la criatura cuando tiene la oportunidad.
Ya de vuelta en un Tokio destruido, Shikishima logra construir una nueva vida. Por azares del destino, se encuentra con Noriko (Minami Hamabe), una mujer que se ha quedado sin hogar luego de los ataques aéreos en la ciudad, y que carga a una bebé que perdió a su madre durante la guerra. Juntos, los tres forman un nuevo hogar, con Noriko criando a la niña, y Shikishima encontrando un trabajo recogiendo viejas minas americanas del mar. Es ahí donde conoce al capitán de barco Akitsu (Kuranosuke Sasaki), al joven ayudante Mizushima (Yuki Yamada) y, más importante, al científico Kenji Noda (Hidetaka Yoshioka y su gran peinado). Después de todo, este último se termina convirtiendo en una pieza clave en el plan para deshacerse de Godzilla, quien se está acercando a Tokio con la intención de destruir todo lo que se le cruce en el camino.
A diferencia de las recientes películas americanas de “Godzilla”, “Minus One” se desarrolla más como una experiencia de terror que como un filme de acción y fantasía. La criatura del título es presentada como una figura de horror, como la representación de los experimentos nucleares japoneses durante la Segunda Guerra Mundial, y como una presencia que está siempre en la mente de los personajes humanos, pero que aparece en momentos muy contados. Si ciertos miembros del público se quejaban de que Gojira aparecía por muy poco tiempo en filmes como “Godzilla” (2014), de Gareth Edwards, entonces se llevará una gran sorpresa con “Godzilla Minus One”. Acá el foco no está en la criatura, si no más bien en las historias de los humanos que reaccionan al monstruo, y que intentan acabar con él luego de una terrible experiencia de guerra.
Porque si “Godzilla Minus One” funciona, es gracias al Shikishima de Ryunosuke Kamiki. Este desarrolla al ex piloto Kamikaze como una persona llena de arrepentimientos, probablemente con estrés postraumático en una época en la que dicho desorden no podía ser diagnosticado. Tiene pesadillas con el ataque de Godzilla que sobrevivió, y aunque intenta construir una nueva vida con Noriko, está siempre pensando en que es una vergüenza; en que fue un cobarde al abandonar su avión, y que no merece vivir. Pero es ahí, precisamente, donde radica uno de los temas principales de “Godzilla Minus One”: el valor de la vida.
Si hay algo que logra transmitir “Godzilla Minus One” con claridad, es que sus personajes están tratando de compensar por la forma en que el gobierno japonés trató la vida de sus soldados durante la Guerra. Tal y como Noda lo menciona: su gobierno mandó a mucha gente a morir, a pelear en terribles condiciones, o a matarse en ataques Kamikaze. Por eso es que, para defenderse de Godzilla, no quieren hacer sacrificios; no quieren desperdiciar las vidas de sus compañeros, y quieren dejarle un buen futuro a los jóvenes. Godzilla es, pues, la figura que desencadena todos estos temas, los cuales, además, motivan a los personajes a reaccionar a esta nueva amenaza para Tokio.
Claramente, “Godzilla Minus One” es más ambiciosa que la película de monstruos promedio, y es gracias a esa ambición que se siente como una experiencia más enriquecedora. Pero eso no quiere decir que carezca de los momentos de acción y destrucción típicos de un filme de este tipo. De hecho, todo lo contrario. Consideren, si no, la llegada de Godzilla a Tokio, la cual es vista principalmente desde la perspectiva de Noriko, primero desde el interior de un tren, y luego en las calles, culminando de forma… explosiva. Y por qué no, el enfrentamiento final entre monstruo y humanos, que involucra muchos barcos, más burbujas y todo un plan para acabar con la destructiva criatura. “Godzilla Minus One” no es solo temáticamente intrigante, si no también emocionante y, por momentos, inaguantablemente tensa.
Obviamente ayuda que se trate de un cinta visualmente espectacular. Ahora puedo decir, de hecho, que merece haber ganado el Óscar a Mejores Efectos Visuales —especialmente considerando el equipo relativamente pequeño que trabajó en el proyecto. No hay un solo momento poco convincente en “Godzilla Minus One”; todo, desde la recreación de un Japón de los años cuarenta, hasta, por supuesto, el monstruo del título, luce perfecto. Godzilla cuenta con un diseño superlativo, además, luciendo como una criatura de horror y no como un personaje heroico. Y el filme en general maneja una colorización dorada, apropiada para una época que podríamos relacionar a imágenes en sepia, haciendo que los azules de Godzilla y su rayo de calor destaquen más.
Mención aparte, además, para la banda sonora de Naoki Sato, que incorpora de cuando en cuando el tema clásico de Godzilla de Akira Ifukube, pero que en general maneja un tono enervante. Me gustó, de hecho, la inclusión de varios temas musicales minimalistas, que acentúan el tono perturbador de la cinta, haciendo que el espectador sienta por momentos que algo se acerca, que algo está a punto de salir mal, y que viene de una fuerza inevitable. Pero por supuesto, son los momentos que incorporan el tema clásico ya mencionado los que me dejaron con los pelos de punta. El ataque de Godzilla en Tokio, por ejemplo, funciona gracias a la dirección y efectos visuales y el manejo de la anticipación y tensión, pero también gracias a la música de Sato.
“Godzilla Minus One” es, pues, todo lo que uno podría esperar de la versión más compleja y madura de una película de monstruos. Sí, incluye los momentos de violencia y destrucción y suspenso inaguantable que uno debería esperar de un filme de “Godzilla”. Pero a la vez, nos lo presenta a través de una narrativa que mucho tiene que decir sobre el estrés postraumático, el (buen y mal) manejo de los soldados en guerra, los arrepentimientos, el futuro que les dejamos a las nuevas generaciones, y el valor de la vida. No se puede negar, pues, que los fanáticos de Gojira están pasando por un buen momento; tienen desde el McDonald’s del Monsterverso, hasta el Filet Mignon de “Godzilla Minus One”. ¿Qué más podrían pedir?
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