Inmaculada

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Quizás no sea lo más justo del mundo, pero es inevitable comparar a “Inmaculada” con “La primera profecía”, especialmente porque la más reciente película de Sydney Sweeney se ha estrenado algunos meses después de aquella precuela. Ambas producciones tienen a monjas como protagonistas, ambas lidian con temas relacionados al abuso de mujeres por parte de hombres, el control que la iglesia intenta ejercer sobre las mujeres, y los embarazos no deseados. Y por supuesto, ambos filmes pertenecen al género del terror, mezclando imágenes de corte religioso con algo de “gore”, y por supuesto, secuencias de tensión. Detalles narrativos son distintos, pero en general, no cuesta —para nada— encontrar similitudes entre ambas historias.

Y desgraciadamente, la película de Sweeney sale perdiendo. Mientras que “La primera profecía” demostró ser una experiencia de innegable tensión, con una mirada muy femenina hacia los temas ya mencionados, “Inmaculada” se queda un poco a medias, haciendo un excelente uso de su protagonista, y desarrollado algunos momentos de suspenso, pero en general, sintiéndose como una historia llena de potencial desperdiciado. No es que “Inmaculada” sea una mala película; el problema, incluso si no la comparamos a la otra, es que no es particularmente terrorífica, y que no hace nada particularmente novedoso con su premisa. Si han visto más de una cinta de similar corte, sabrán más o menos cómo se desarrollará la trama en “Inmaculada”… al menos hasta el intenso desenlace.

Sweeney interpreta a la hermana Cecilia, una novicia que viaja a un convento en las afueras de Roma para emitir sus votos y convertirse en monja. La chica ha emigrado desde los Estados Unidos debido a que la Iglesia donde vivía y trabajaba fue cerrada, y porque fue llamada por el Cardenal Merola (Giorgio Corangeli), quien aparentemente tiene buen ojo para casos difíciles. De hecho, su convento se dedica al cuidado de monjas que se encuentran en sus últimos años de vida —lo cual obliga a las más jóvenes, entre ellas, también, la rebelde hermana Gwen (Benedetta Porcaroli) a cumplir con tareas complejas.

No obstante, y como se deben imaginar, nuestra protagonista se va dando cuenta gradualmente de que algo anda mal. El padre Tedeschi (Álvaro Morte) parece ser su amigo, pero a la vez, nota algo oscuro en él. Y las cosas empeoran cuando se entera de que está embarazada —a pesar de no haberse acostado con nadie. Rápidamente, el Cardenal, el padre y todas las monjas la declaran como Virgen Inmaculada; la madre del nuevo Salvador. Pero Cecilia no se lo cree del todo, lo cual la lleva a intentar salir del convento, convencida de que está siendo manipulada. Pero claramente, liberarse de estas personas que la quieren ver dar a luz sí o sí no será tan fácil como a ella le gustaría.

Nuevamente; el concepto base de “Inmaculada” es muy similar a de la notable precuela de “La profecía”: miembros de la Iglesia —especialmente hombres— manipulan y usan a mujeres para traer al mundo a un bebé concebido milagrosamente. En este caso, sin embargo, el guion de Andrew Lobel también incluye temas relacionados a la manipulación genética, especialmente de parte de un personaje obsesionado con jugar a Dios. Esto le otorga un elemento casi de ciencia ficción a la película, que para algunos se sentirá fuera de lugar, y para otros —como a Vuestro Servidor— sirve para darle una dimensión adicional a la trama. Específicamente, va bien con la caracterización de estos hombres de la Iglesia como gente arrogante, que cree poder salvar al mundo y controlar a todo aquel —o especialmente aquella— que la rodee.

Por otro lado, si lo que buscan son emociones fuertes, “Inmaculada” tiene algo de eso… pero no lo suficiente. No me tomen a mal; el filme cuenta con ciertas escenas de innegable tensión, como el prólogo —que involucra a una joven monja tratando de escapar del convento—, una expedición nocturna por parte de Cecilia, y por qué no, una persecución en unas catacumbas. El final de la película, en particular, es bastante intenso, y logra aprovechar muy bien los talentos de Sweeney, quien nos ofrece un momento de emotividad extrema presentado en primer plano sin cortes. Sweeney, de hecho, brilla en la película —lo cual tiene sentido, considerando que es también productora de “Inmaculada”, y fue una de las responsables de hacer el proyecto realidad—, desarrollando a Cecilia como una chica que pasa de la inocencia al miedo y, finalmente, a la rebeldía y la violencia.

Y sin embargo, a “Inmaculada” le falta ALGO. Ciertamente pudo ser mucho más original; muchas de sus contorsiones narrativas son extremadamente previsibles, y la mayoría de momentos de ruidos o apariciones repentinas parecen haber sido sacadas de cualquier “slasher” de los ochentas o noventas. Y aunque la película incluye los momentos de tensión anteriormente mencionados, carece de atmósfera, y no logra convertir al convento —LA locación más importante de la historia— en un lugar palpable, que se sienta vivido o siquiera lleno de textura. Además, aparte de Cecilia y el padre Tedeschi, ninguno de los personajes secundarios logra causar mayor impacto; ni la rebelde Gwen de Benedetta Porcaroli (desperdiciada), ni la Mary de Simona Tabasco (MÁS desperdiciada todavía).

Lo cual es una pena, porque mucho se podría haber hecho con “Inmaculada”. Como se ha dicho, no es que sea MALA; es que es completamente promedio y poco terrorífica, especialmente para aquellos miembros del público que tengan experiencia con el género. Sweeney está súper bien —aunque, previsiblemente, siento que es objetivizada en algunas escenas, especialmente aquellas que la obligan a meterse en el agua o a caminar de noche con un camisón sin sostén—, hay ciertas secuencias de tensión, y el final en particular es intenso, tenso y potencialmente controvertido. Pero a la vez, no hay nada en “Inmaculada” que no hayan visto en cualquiera otro filme de terror religioso; desde “El bebé de Rosemary” hasta, por supuesto, “La primera profecía”. Si van a ver “Inmaculada” sin mayores expectativas, la pasarán bien; de lo contrario, puede que queden decepcionados con el desarrollo de la historia (pero felizmente no con Sweeney).

 

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