Arácnidos: la plaga

0

Un título como “Arácnidos: la plaga”, valgan verdades, no ayuda mucho. Es cursi, es demasiado largo, y probablemente les hará recordar a incontables producciones de serie B que antes veíamos en los canales de cable en horarios poco comerciales. Y lo peor, en este caso, es que poco o nada tiene que ver con el producto final. De hecho, el título original del filme en cuestión es “Vermine” (“Alimañas”), el cual puede sonar poco serio, pero tiene un mejor vínculo con lo que la película tiene que decir. Porque, a pesar de que se trata, efectivamente, de un “creature feature” (un largometraje centrado en criaturas enormes y asquerosas), de serie B tiene poco o nada.

“Arácnidos: la plaga” es, pues, una producción francesa de alto calibre; una película que no se avergüenza de lo que es, pero que a la vez, se esfuerza en entregaros algo superior a lo que hace la cinta de monstruos promedio. Sí, se trata del ataque por parte de arañas gigantes en un edificio, pero la cinta puebla dicho lugar con personajes suficientemente creíbles, cada uno (o la mayoría) con un arco de crecimiento palpable y bien construido. Le suman a eso cierto comentario social relevante —por algo todos los protagonistas son hijos o descendientes de inmigrantes viviendo en un condominio venido a menos—, y “Arácnidos: la plaga” se convierte rápidamente en una propuesta tensa y mucho mejor de lo que me hubiese imaginado inicialmente.

“Arácnidos: la plaga” tiene como protagonista a Kaleb (Théo Christine), un joven empresario (se dedica a traficar zapatillas de marca) que vive en un condominio en París junto a su hermana, Manon (Lisa Nyarko) y su mejor amigo, el siempre fiel Mathys (Jérome Niel). Al comenzar la película, vemos como decide comprarle una araña a su “dealer” (de joyas robadas), trayéndola a casa y poniéndola en una caja de zapatos, cerca al resto de insectos que colecciona en su habitación.

Pero como se pueden imaginar, el arácnido escapa rápidamente de la caja, se esconde, y comienza a reproducirse. Y es ahí donde comienza lo bueno; de hecho, la araña comienza toda una plaga en el edificio, lo cual motiva a la policía a encerrar a sus habitantes en su interior, en una suerte de cuarentena. Esto no pone de buen humor al vecino violento de Kaleb, Gilles (Emmanuel Bonami), y pone a nuestro protagonista en (breve) conflicto con su ex-mejor amigo, Jordy (Finnegan Oldfield) y su novia, Lila (Sofia Lesaffre). Pero eventualmente se animan a trabajar en conjunto, y junto a Manon y Mathys, deciden escapar del edificio. Pero mientras las arañas siguen reproduciéndose y creciendo, se van dando cuenta que salir de esta horripilante prisión no será tarea fácil.

“Arácnidos: la plaga” utiliza un recurso que hemos visto en todo tipo de producciones, desde filmes de acción (como “The Raid”) hasta experiencias de terror (como la reciente “Evil Dead: el despertar”): encerrar a sus protagonistas en un edificio, obligándolos a sobrevivir y pelear para poder salir. No es un concepto original, entonces, y sin embargo está bien aprovechado en este filme, desarrollando una buena razón por la que a nuestros personajes les cuesta salir, y convirtiendo a las arañas en enemigos formidables. “Arácnidos: la plaga” establece, además, reglas claras sobre cómo se comportan estos bichos: aman la oscuridad, se paralizan con la luz, y utilizan sus telas para capturar a sus víctimas y, en algunos casos, llenarlas de huevos.

Es todo bien asqueroso y visceral, generando una respuesta inmediata en el espectador (la sala a la que fui estuvo llena de gente gritando y moviéndose en sus sillas durante las escenas más fuertes de la película). Y aquello, lógicamente, se lleva a cabo gracias a un sólido acabado técnico. No hay un solo momento o escena que resulte inverosímil o exageradamente sintética; desde las arañitas más pequeñas, hasta los bichos enormes que vemos hacia el final, toda criatura en el filme luce absolutamente realista (y peluda, y JUGOSA), lo cual ayuda a que sus enfrentamientos con los humanos, bueno… den más COSA. Olvídense de “Arácnofobia” (o las arañas de caricatura de “Eight Legged Freaks”… ¿recuerda ese filme?); si odian a los bichos (o le tienen medio a las arañas), la pasarán realmente mal con “Arácnidos: la plaga”.

No obstante, sí vale la pena admitir que hacia el final, la cinta pierde un poco de energía, atrapando a nuestros protagonistas en situaciones imposibles, y dejando un poco de lado a las arañas. Además, comienza también a abusar de las escenas exageradamente oscuras (en serio, directores de foto; que una escena se lleve a cabo de noche o en interiores, no quiere decir que no se deba ver NADA), o hasta de secuencias con luces parpadeantes, las cuales siempre terminan mareándome más que otra cosa. Sin embargo, el desenlace en sí es satisfactorio, y termina por cerrar el arco de personaje de Kaleb (y hasta los de algunos personajes secundarios).

Porque siendo honestos, un filme con la premisa de “Arácnidos: la plaga” no necesitaba personas tridimensionales… y sin embargo los tiene. Kaleb y Manon pasan por momentos difíciles debido al fallecimiento de su madre, lo cual afecta negativamente algunas de las relaciones que tenían desde hace un tiempo. Y la película tiene mucho que decir, también, sobre el abuso por parte de las autoridades hacia los inmigrantes o hijos de inmigrantes (esto se ve con claridad durante cierta escena que involucra a policías agresivos), y hasta la forma en la que se llevó la pandemia del Covid-19 (y cómo reaccionó alguna gente a ella). Nada de esto TENÍA que estar en una cinta sobre arañas gigantes, y sin embargo ayuda a que “Arácnidos: la plaga” se sienta como una experiencia más redonda; como una historia que vale la pena contar, y no solo como una “pela de monstruos”.

“Arácnidos: la plaga” me terminó sorprendiendo gratamente. Nuevamente: el título que le han puesto acá no ayuda para nada, pero si igual se animan a darle una oportunidad, se encontrarán con una experiencia consistentemente tensa (resulta difícil no voltearse o gritar en ciertos momentos), visualmente atractiva, y que nos dice mucho sobre sus personajes —y algunos aspectos de la sociedad parisina— a través de una historia algo ridícula, pero igual interesante. Lo que muy bien podría haber sido un thriller más del montón, pues, ha demostrado ser algo realizado con cuidado y dedicación; de lo más “caleta” que podrán encontrar en la cartelera local, pero a la vez, de lo más curioso (y asqueroso). Luego de ver “Arácnidos: la plaga”, no veré a las arañas de la misma forma, y es posible que si se animan a verla, les pase lo mismo.

Avance oficial:

80%
Puntuación
  • Mi calificación

Deja una respuesta

Su dirección de correo electrónico no será publicada.