Indiana Jones y la Última Cruzada
Junto con “Los Cazadores del Arca Perdida”, “Indiana Jones y la Última Cruzada” es mi película favorita de la saga —tanto así que, cuando me preguntan cuál de las dos “en realidad” prefiero, siempre se me hace imposible dar una respuesta. Y sí, entiendo que son películas bastante disimilares —mientras que la primera entrega de la franquicia es una aventura visceral y por momentos inesperadamente violenta, “La Última Cruzada” es una experiencia más gentil, más interesada en suavizar al personaje de Indy a través de la relación que mantiene con su padre, y las lecciones que aprende durante la búsqueda del Santo Grial. No obstante, creo que ambas producciones manejan un excelente balance entre acción, comedia y suspenso, haciendo que se sientan como los ejemplos arquetípicos de lo que se puede hacer con un personaje como Henry Jones, Jr.
Sí, Henry Jones Jr. Fue en esta película que nos enteramos que el verdadero nombre del famoso aventurero no es Indiana —gran sorpresa—, si no más bien el mismo que su padre, magníficamente interpretado por Sean Connery (¿quién mejor que el mismísimo James Bond para interpretar al papá de Indiana Jones?) Pero no es lo único que nos revela “Indiana Jones y la Última Cruzada”. De hecho, se trata de una secuela que va tanto para adelante como para atrás, entregándonos una historia de trasfondo bastante divertida para Indy, la cual eventualmente sería explorada de manera más detallada en la serie de TV, “Las Crónicas del joven Indiana Jones”. Pero incluso si no han visto aquel show, podrán seguir los eventos de “Indiana Jones y la Última Cruzada” sin problemas —al igual que las tres películas anteriores, se siente como una aventura que funciona de manera individual, haciendo caso omiso al estilo serializado que más adelante sería adoptado por la cuarta y quinta entrega.
“Indiana Jones y la Última Cruzada” comienza con un prólogo en el que vemos a un joven Indy (interpretado por el gran River Phoenix) tratado de recuperar la Cruz de Coronado —un legendario objeto que, según él, “debería ir en un museo”. Esto resulta en una estimulante de secuencia de acción, en la que vemos a Indy escapando de unos supuestos malhechores, caminando sobre un tren en movimiento, encontrándose con animales salvajes, e incluso viéndose involucrado en situaciones que explican algunas de las características más llamativas del personaje (su habilidad con el látigo, su cicatriz en el mentón, su miedo a la serpientes). Es todo muy ligero y entretenido, lo cual ayuda a que no se sienta como una “historia de origen” forzada o innecesaria.
Ya en el presente, un Indy adulto (Harrison Ford) es enviado por el millonario Walter Donovan (Julian Glover) en busca de las pistas que los llevarían a encontrar el Santo Grial; la copa de la que Jesucristo tomó durante la Última Cena. Pero las motivaciones de Indy para adentrarse en esta nueva aventura son más personales: resulta que su padre, Henry Jones Sr. (Connery), experto en todo lo relacionado al Grial, ha desparecido, y ahora tiene que encontrarlo. Para ello, tiene que ir a Venecia junto a su colega Marcus Brody (Denholm Eliott), y encontrarse con una supuesta asociada de su padre, la Dra Elsa Schneider (Alison Doody). Es así que el trío se adentra en la búsqueda por el Santo Grial Y el padre de Indy, siempre conscientes de que los horripilantes Nazis, liderados por Vogel (Michael Byrne), están pisándoles los talones.
Las comparaciones entre “El Arca Perdida” y “La Última Cruzada” están bien justificadas. Después de todo, esta tercera entrega trae de vuelta muchos de los elementos que gustaron en la primera, y que brillaron por su ausencia en la segunda. Tenemos otra vez a los Nazis como antagonistas principales; tenemos una aventura que nos lleva por los Estados Unidos, Europa y África; y tenemos el retorno de personajes secundarios como el ya mencionado Marcus Brody, o incluso el Sallah de John Rhys-Davies. Es casi como si Spielberg, Lucas y compañía se estuviesen disculpando por “El Templo de la Perdición”, asegurándonos que esta nueva aventura se parecerá más a lo que disfrutamos la primera vez.
Y hasta cierto punto, es así. “Indiana Jones y la Última Cruzada” es una excelente película de acción y aventuras, que contiene algunos de los momentos más entretenidos y tensos de cualquier entrega de la saga. Consideren, por ejemplo, el ya mencionado prólogo con el Indy de River Phoenix; gracioso, ligero y emocionante. O una persecución en botes por los canales de Venecia, la cual culmina con una enfrentamiento peligrosamente cerca a las hélices de un barco. Y cómo no, también está una persecución en el desierto, la cual nos entrega una de las acrobacias más impresionantes y peligrosas que jamás se hayan visto en una película norteamericana de acción: el doble de acción de Ford, el gran Vic Armstrong, saltando de un caballo en movimiento a un TANQUE en movimiento, sin cuerdas ni arneses ni ayuda de nadie. Muy emocionante, la verdad.
Y esa es, exactamente, la mejor descripción que se puede usar para hablar de “Indiana Jones y la Última Cruzada”: emocionante. Al igual que sus dos predecesoras, se trata de una aventura que casi no para, y que logra transmitir con exactitud la severidad de la situación en la que se encuentran nuestros personajes, desesperados por encontrar el Santo Grial antes que los Nazis. De hecho, esta es la primera película de la franquicia en llevarnos a Berlín, donde Indy es testigo de una quema de libros, topándose con el mismísimo Hitler cara a cara. Es una situación presentada casi en broma, pero que a la vez, logra transmitir con eficiencia el peligro y la maldad que el Führer y su ejército representaban.
Ahora bien, y como se dio a entender líneas arriba, “Indiana Jones y la Última Cruzada” es una experiencia mucho más gentil que cualquiera de las anteriores. Es algo, pues, que se siente como una reacción a la recepción que tuvo “El Templo de la Perdición”, para muchos, una entrega innecesariamente oscura y cruel de la franquicia. Felizmente, esto resulta en algo más que una simple película para toda la familia. De hecho, disfruto del énfasis que se le hace a la relación entre Indy su padre, una figura algo fría de su infancia, que nunca logró conectar del todo con el joven aventurero. Y el filme igual contiene algunos momentos “maduros”, como cuando se sugiere que tanto Indy como Henry se acostaron con la misma mujer, o como cuando Indy termina asesinado a tres Nazis en fila con una sola bala. No se trata de una cinta igual de cruenta que la primera, ni igual de oscura que la segunda, pero igual tiene sus momentos. Y ciertamente se siente menos “pulcra” o “familiar” que “El Reino de la Calavera de Cristal”.
Adicionalmente, la manera en que los personajes son tratados ayuda a transmitir algunos de los temas principales de la historia. Considerando que Indy y compañía se encuentran en busca de OTRO artefacto religioso, no debería sorprender que “Indiana Jones y la Última Cruzada” tenga mucho qué decir sobre la fe. Pero también dice mucho sobre la obsesión que algunos pueden desarrollar en torno a su trabajo o a un misterio, y de cómo eso los puede alejar de sus seres queridos. Al final, quienes sobreviven —perdón por el “spoiler” de una película de hace treinta y cuatro años (¡!)— son los que buscaban el Grial no para su propio beneficio, si no porque tenían alguna motivación adicional o más personal. Los Nazis pierden debido a su avaricia, lo cual, obviamente, está perfecto.
Pero nuevamente: no dejen que nada de aquello los distraiga del hecho que “Indiana Jones y la Última Cruzada” es, principalmente, una cinta de aventuras, y una muy graciosa, la verdad. Consideren, si no, la manera en que Marcus Brody es utilizado esta vez —como una suerte de “pez fuera del agua”, lo cual se ve reflejado en una de las transiciones más graciosas que haya visto en cualquier película de Spielberg. O también escenas como la de la biblioteca, que incluye un “gag” con un bibliotecario muy confundido. En general, “Indiana Jones y la Última Cruzada” maneja un excelente balance entre violencia, aventura y comedia, tomándose en serio a sí misma cuando sus personajes están en peligro o cuando vemos a los Nazis, pero insertando momentos de (buena) comedia cada vez que puede. Nuevamente, seguro todo esto era para alejarse un poco del tono de “El Templo de la Perdición”, pero igual funciona.
Y por supuesto, hay que mencionar, como casi siempre, a la banda sonora de John Williams. Se trata, otra vez, de una de las composiciones más memorables de la increíble carrera del afamado compositor, haciendo uso de todo tipo de temas —nuevos y viejos— para desarrollar una atmósfera palpable de aventura y suspenso y comedia. La Marcha Principal está muy bien usada, como siempre, pero también tenemos temas nuevos, como el de la persecución del prólogo —increíblemente tarareable—, o el Tema del Grial —misterioso e hipnotizante. La música de Williams está perfectamente usada, siempre mejorando lo que se ve en pantalla, y complementando a la acción tan bien dirigida por Spielberg.
Sí, quizás “Los Cazadores del Arca Perdida” es más icónica y clásicamente emocionante. Pero no puedo evitar sonreír como un niño cada vez que veo “Indiana Jones y la Última Cruzada”. Lo que tenemos acá es una aventura perfectamente realizada, en donde todos los actores —protagonistas y secundarios— interpretan sus papeles sin error alguno, totalmente conscientes del tipo de película en la que se encuentran. El tono, ligero pero también lleno de momentos de tensión —en esta ocasión, en vez de serpientes o insectos, tenemos ratas de alcantarilla… ugh…—, ayuda a diferenciar a la película de su predecesora, pero también a que nos concentremos en la relación entre Indy y su padre.
De esa manera, logramos entender mejor a nuestro protagonista, y de paso, nos ganamos con uno de los dúos más entretenidos de la historia de los “blockbusters” norteamericanos. Nada mal para una tercera parte, la verdad… y para una película que, en su momento, fue considerada como el final definitivo para este icónico personaje. Por algo, pues, el filme se llama “La ÚLTIMA Cruzada”. Pero como sabemos, años después se terminó estrenando una cuarta cinta que, sin llegar a ser tan horrible como muchos fanáticos declararon, igual no llega a estar al nivel de esta memorable producción. Pero ese es un tema para otro día… y para otro texto. Por el momento, disfrutemos de todo lo que nos logró entregar “Indiana Jones y la Última Cruzada” en 1989 (con una marcha en caballo hacia la puesta de sol como final, y todo).
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