Indiana Jones y el Templo de la Perdición

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Hace ocho años (¡!), la primera película de “Indiana Jones”, “Los Cazadores del Arca Perdida”, se reestrenó en cines, y lógicamente, escribí una crítica. Este año, se ha estrenado la quinta y última entrega de la saga protagonizada por Harrison Ford, “Indiana Jones y el Dial del Destino”… y lógicamente, escribí una crítica. No obstante, sobre las tres películas restantes no he escrito nada, y ahora pretendo corregir aquel error. Por ende, comenzaré con la presente crítica de “Indiana Jones y el Templo de la Perdición”, la primera secuela de la franquicia, y una de las entregas más controvertidas que hayan salido (junto con la ahora infame cuarta película, “Indiana Jones y el Reino de la Calavera de Cristal”).

Ahora bien, considerando lo magnifica que fue la primera película, no resulta sorprendente que las reacciones hacia “Indiana Jones y el Templo de la Perdición” no hayan sido las mejores. Después de todo, se trata de un filme muy distinto a su predecesor. Más oscuro. Más sádico. Más políticamente incorrecto, incluso. Y curiosamente, por momentos, más caricaturesco. Es una combinación algo extraña que resulta en la entrega más floja de la trilogía original, pero también en una película cuyos puntos fuertes son fortísimos. Después de todo, estamos hablando de un Steven Spielberg en su época dorada, de un director hambriento y con mucha energía, que a pesar de estar trabajando con un guion algo… cuestionable… igual logra desarrollar una experiencia por momentos increíble. No, “Indiana Jones y el Templo de la Perdición” no está a la altura de “Los Cazadores del Arca Perdida” pero, ¿qué película lo está?

El filme comienza en Shanghai, donde vemos a Indy (Harrison Ford) intercambiando los restos de un legendario Emperador Chino por diamantes. Lamentablemente, nuestro protagonista es traicionado por el mafioso Lao Che (Roy Chaio), por lo que termina escapando de la ciudad de manera explosiva con una famosa cantante americana llamada Willie Scott (Kate Capshaw), y su joven compañero, el adorable Short Round (Ke Huy Quan, ahora reconocido por la Academia gracias a su magnífico trabajo en “Todo en todas partes al mismo tiempo”). Se trata de un emocionante prólogo, que nos demuestra que Spielberg hubiese hecho un excelente trabajo con cualquier película de “James Bond”.

Es así, pues, que nuestros protagonistas terminan escapando en una avioneta y llegando a la lndia, donde se encuentran con un pueblo que ha sido azotado por la hambruna y sequía. Pero más importante: un demoniaco culto ha secuestrado a sus niños y se ha robado su Piedra Sagrada, la cual protegía a la aldea. Convencidos de que Indy es una suerte de elegido, los pobladores lo mandan, junto a Willie y Short Round, al Palacio Pankot, donde conocen a Chattar Lal (Roshan Seth), la mano derecha del Maharaja, quien les asegura que todo está en orden. Pero como se deben imaginar, no todo está en orden, e Indy termina descubriendo unas horribles minas debajo del palacio, donde los niños secuestrados son esclavizados, y donde el nefasto Mola Ram (Amrish Puri) le rinde culto a la diosa Kali con sacrificios humanos. Es así que Indy y compañía tendrán que rescatar a los niños, recuperar la Piedra Sagrada de la aldea, y escapar con vida.

Si la primera cinta de “Indiana Jones” era una arquetípica aventura llena de persecuciones, acción y violencia visceral, “Indiana Jones y el Templo de la Perdición” es una experiencia bastante más oscura. Mucho se ha dicho de que tanto Spielberg como Lucas estaban pasando cada uno por un divorcio durante la producción de esta película, y se nota. “Indiana Jones y el Templo de la Perdición” tiene de todo: sacrificios humanos, corazones siendo arrancados de pechos, personajes comiendo insectos, serpientes y cerebros de mono, y niños esclavizados. Es bastante, y ciertamente no es apto para niños —razón por la que la clasificación de edades PG-13 tuvo que ser inventada, parcialmente, debido al estreno de esta película.

Y dichas situaciones de divorcio se ven reflejadas, también, en el personaje de Willie Scott. La Marion del filme anterior no era un personaje perfecto, pero ciertamente era mejor que la nueva contraparte de Indy —un estereotipo machista de mujer inútil que no hace más que gritar (muchísimo), quejarse de uñas rotas, y cometer errores. Es francamente ofensivo, y ni siquiera resulta en buen drama. No se logra entender exactamente por qué Indy querría estar con una mujer así, y más bien hace que muchas de las escenas que ya de por sí son emocionantes, desesperen un poco debido a su constante gritería. Eso si, a Kate Capshaw no se le puede reclamar nada —si el personaje desespera tanto, es precisamente porque ella hizo un buen trabajo haciendo justo lo que el guion y su director le pidieron.

Quien sí destaca de manera positiva, más bien, es el Short Round de Ke Huy Quan. Por algo es uno de los personajes secundarios más memorables y queridos de la saga —un niño verdaderamente adorable que logra inyectarle algo de emotividad a la cuestión. Consideren, si no, la escena en la que intenta despertar a Indy de la “Pesadilla Oscura” (una suerte de trance iniciado por Mola Ram y su culto a Kali), llorando porque siente que su mejor amigo se ha perdido. Es un momento verdaderamente angustioso, muy bien presentado tanto por el joven Quan, como por Ford. La relación amical entre ellos es mucho más realista y satisfactoria que el romance entre Indy y Willie.

Por otra parte, resulta imposible escribir sobre “Indiana Jones y el Templo de la Perdición” sin mencionar la manera en que representa a la India y su cultura y religión. Sí, entiendo que el culto de Mola Ram es representado como algo ajeno a la cultura hindú en general, pero igual muchas de las escenas que se llevan a cabo en el Palacio Pankot se sienten incómodas, como un ejemplo del racismo que existía tan normalizado en los Estados Unidos hacia otras culturas. La escena del banquete, aunque memorable, no hace más que mostraros a los personajes indios como gente distinta y “rara”, y la aparición de soldados británicos al final de la historia, listos para salvar el día, trae consigo implicaciones francamente incómodas. Entiendo que es parte del encanto de la película, y que muchos de estos detalles van con la época en la que se desarrolla la historia, pero igual es algo que merece ser mencionado y cuestionado.

Eso sí, de la dirección de Spielberg no me puedo quejar. Lo que tenemos acá es a uno de los mejores directores estadounidenses en su mejor momento, lo cual se ve reflejado tanto en los momentos dramáticos, como en los de acción. “Indiana Jones y el Templo de la Perdición” es una película emocionante; por momentos un ejercicio de terror (los sacrificios, los latigazos para Indy y Short Round, la secuencia con los insectos), y por otros una montaña rusa de tensión pura (la liberación de los niños, la persecución en los carritos mineros, la secuencia del puente colgante). Y todo es presentado con mucha textura y haciendo un buen uso de sombras, aprovechando los fortísimos tonos rojos y naranjas para dar a entender que Spielberg y su director de fotografía, Douglas Slocombe, están metiendo a Indy en el Infierno. “Indiana Jones y el Templo de la Perdición” tendrá sus efectos, pero es una película que LUCE simplemente increíble.

Por su parte, el legendario compositor John Williams nos presenta una de sus mejores bandas sonoras en “Indiana Jones y el Templo de la Perdición”. En serio; si la música en la primera película ya era de por sí magnífica, lo que Williams hace acá es simplemente espectacular. Desde la clásica Marcha Principal, hasta la tarareable Marcha de los Niños Esclavos, y el tema principal de las Pierdas Sankara, Williams no hace más que entregarnos tonada memorable tras tonada memorable. Incluso los momentos más oscuros, como los que se llevan a cabo mientras Mola Ram le remueve el corazón a la gente, están acompañados de música sin igual —cánticos que se SIENTEN satánicos y prohibidos, y que deberían dejarlos con la piel de gallina. Todas las bandas sonoras de la franquicia son grandiosas, pero la de “Indiana Jones y el Templo de la Perdición” representa a Williams, al igual que su director, en su mejor momento.

Es así, pues, que “Indiana Jones y el Templo de la Perdición” termina siendo la entrega más irregular de la trilogía original. Por un lado, tenemos las excelentes secuencias de acción —la utilización de sets reales, actores de carne y hueso, maniquíes y pinturas matte en secuencias como la persecución en la mina simplemente no tiene igual—, momentos llenos de tensión —si odian a los bichos, mejor ni vean la película— y un villano verdaderamente odioso en Mola Ram. Pero por otro, tenemos la caracterización desesperante de Willie, la representación cuestionable de la India, y el tono exageradamente oscuro (especialmente en comparación a “Arca Perdida”). Por ende, la cinta no termina siendo ni tan repetible ni tan divertida como la (prácticamente perfecta) primera entrega.

Eso sí, Spielberg dirige esta película como si no hubiese un mañana, y Ford está perfecto, como siempre, lo cual ayuda a que igual valga la pena ser vista, pero en retrospectiva, “Indiana Jones y el Templo de la Perdición” no llega a estar a la misma altura que la primera o tercera entrega. No está taaaan lejos de ellas —definitivamente no tanto como la cuarta—, pero la diferencia igual se nota. Ya saben, chicos; mejor no produzcan una película de aventuras cuando se encuentren en medio de un divorcio. Mejor esperar a que el mal rato se acabe; de lo contrario, terminarán insertando sacrificios humanos y niños esclavos en su “blockbuster” Hollywoodiense.

Avance oficial:

70%
Puntuación
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