Luego de casi diez años alejado de las cámaras de cine, el cineasta argentino Damián Szifron ha regresado a los cines con “Misántropo”, su debut como director y guionista en los Estados Unidos. Ahora bien, considerando lo bien recibida que fue su película anterior, la excelente “Relatos Salvajes” (una de las mejores experiencias que haya tenido en un cine, dicho sea de paso), y lo PROPIA que se sentía, tendría sentido que uno espere algo similar, o al menos igual de singular, de “Misántropo”. Un filme que maneje una estilización parecida, o que se siente igual de transgresora y deliciosamente hilarante.
Desgraciadamente, ese no es el caso.
Lo cual no quiere decir que “Misántropo” sea una mala película. De hecho, se trata de un “procedural” cumplidor; de un filme de corte political y de crímenes con buenas actuaciones y que, curiosamente, trata de criticar muchos aspectos de la sociedad norteamericana contemporánea. Pero a pesar de manejar de manera correcta las características principales del género, no se siente como algo hecho por el cineasta de “Relatos Salvajes”. Funciona, de eso no hay duda; pero carece de la frescura y energía y crítica hilarante de aquella película argentina. No es, entonces, lo que muchos cinéfilos esperarían de Szifron luego de tanto tiempo.
Quizás es injusto comparar ambas películas. Después de todo, son animales muy distintos; son producciones de corte diferente y que tratan de hacer cosas muy dispares. Pero tiene sentido que, luego de una espera de casi diez años, el espectador tenga ciertas expectativas hacia lo que Szifron sería capaz de hacer en los Estados Unidos, con un presupuesto más grande, actores famosos, y técnicos experimentados. Quizás no se quiso arriesgar; o quizás simplemente quiso hacer algo más sencillo y directo (lo cual es completamente respetable). El punto es que “Misántropo” se siente como un filme que podría haber sido dirigido por cualquier cineasta competente, y no NECESARIAMENTE por alguien como Szifron.
Shailene Woodley interpreta a Eleanor Falco, una agente del FBI que se encuentra en la escena de un terrible suceso: durante las celebraciones de Año Nuevo en Baltimore, un asesino comienza a dispararle a la muchedumbre, y luego un departamento explota repentinamente. Es Eleanor, sin embargo, la que termina reaccionando con más eficiencia y criterio a estos eventos, lo cual convence al agente especial del FBI Geoffrey Lammark (Ben Mendelsohn) de reclutarla para ir detrás del tirador. Es así que “Misántropo” se adentra en la investigación de estos crímenes, haciendo buen uso de las habilidades de Eleanor, y de sus interacciones con los otros agentes —incluyendo al Jack Mackenzie de Jovan Adepo.
Si hay algo que parece estar diciendo Szifron con “Misántropo”, es que muchos de los desadaptados y seres violentos que se involucran en los tiroteos que se llevan a cabo con demasiada frecuencia en los Estados Unidos, no son más que víctimas de un sistema que no los ayudan con sus problemas de salud mental. Esto es cierto hasta cierto punto, y desgraciadamente no es explorado con suficiente profundidad en “Misántropo”. Cuando la película llega a su clímax natural y a un enfrentamiento fuera de la ciudad entre Eleanor y el asesino, se siente como “muy poco, muy tarde” —especialmente considerando que la fría atmósfera citadina del resto del filme es abandonada por una locación campestre poco atractiva.
No obstante, el excelente trabajo del reparto ayuda a combatir la mayoría de los defectos de “Misántropo”. Woodley intenta desarrollar a Eleanor de manera suficientemente realista. La influencia de la Clarice Starling de “El silencio de los inocentes” es clara en el personaje, y aunque Woodley nunca llega a estar al mismo nivel que Jodie Foster (¿quién podría estarlo?), igual logra presentarla de manera interesante. Por su parte, Ben Mendelsohn desgraciadamente cuenta con un personaje algo arquetípico y previsible —el hecho de que Lammark sea gay parece ser más un detalle incluido para diferenciarlo superficialmente de otros personajes similares, que otra cosa—, pero igual destaca gracias a su interpretación intensa y entretenida. “Misántropo” no cuenta con los protagonistas más tridimensionales jamás vistos, pero al menos SÍ cuenta con actores que logran elevarlos y mejorarlos.
Abandonando el genérico título original en inglés — “To Catch a Killer”, o “Atrapando a un asesino”—, “Misántropo” deja en claro desde un inicio cuál es la visión que tiene de la sociedad norteamericana contemporánea, y por supuesto, por donde se encuentran las motivaciones del asesino que tanto buscan los protagonistas. Baltimore es presentado de manera lúgubre y deprimente, como una ciudad en la que cualquiera de sus habitantes podría ser baleado en cualquier momento, y su clase política como gente inútil e ineficiente, a la que le importa más las apariencias y la percepción que tiene el público de ellos, que el trabajo que tienen que hacer. Eleanor, Lammark y Mackenzie quieren trabajar bien y tomarse su tiempo; los políticos quieren resultados rápidos.
No se puede negar que “Misántropo” intenta decir mucho sobre los aspectos más cuestionables de la sociedad norteamericana de hoy en día —quizás DEMASIADO. Y tampoco se puede negar que cuenta con buenas actuaciones y que se lleva a cabo de manera eficiente, como un thriller político entretenido y bien estructurado. Pero ese es precisamente el problema de “Misántropo”: que es una cinta cumplidora pero impersonal, muy distinta a la producción previa de Szifron, quien sabemos es capaz de realizar algo mucho más original e interesante y visualmente impactante. Luego de casi diez años sin entregarnos una nueva película, tiene sentido que hayamos estado esperando mucho más de la más reciente película de Damián Szifron. Seguro que se entretendrán con “Misántropo” —pero en ningún momento sentirán que es un filme que SOLO pudo haber sido hecho por este cineasta en particular.
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