Mucho se ha escrito ya sobre “La ballena”. Evidentemente, sobre la excelente actuación de Brendan Fraser (no podría estar más feliz de que haya ganado el Óscar a Mejor Actor), pero también sobre la manera en que la película nos presente a Charlie, su protagonista. De hecho, no tiene nada de malo cuestionarse sobre lo que “La ballena” está tratando de hacer, tanto con su personaje principal, como con los temas que toca. ¿Nos presenta a Charlie, un hombre con obesidad mórbida, de manera empática, o no? ¿Quiere que nos dé pena, nos dé asco, o que simplemente lo consideremos como un ser humano? ¿Y cómo es que Darren Aronofsky dirige las escenas más fuertes del filme, cambiando la manera en que uno percibe a este personaje?
Son preguntas muy válidas, las cuales dan a entender que “La ballena” es una cinta que puede ser interpretada de distintas manera. Esto no debería sorprender. Después de todo, lo que tenemos acá es una producción que toca varios temas delicados o potencialmente controvertidos —desde la obesidad y la alimentación compulsiva, hasta la salud mental, la sexualidad, el suicidio y la religión. Por momentos, pareciera que Aronofsky y su guionista, Samuel D. Hunter (adaptando su propia obra de teatro, del mismo nombre) tuviesen una lista de temas difíciles que quieren incluir en la historia, lo cual resulta en una experiencia… irregular. Pero tampoco podemos negar la potencia de la actuación de Fraser, la cual, algunos argumentarían, es superior al guion de Hunter o la dirección de Aronosfky.
Charlie (Fraser) es un hombre extremadamente obeso, que siente vergüenza de su propia apariencia. Enseña clases de inglés online sin prender la cámara de su laptop, y casi nunca sale de su departamento, ordenando comida por delivery, y siendo cuidado por su enfermera y mejor amiga, Liz (una excelente Hong Chau). Charlie ha estado tomando este camino autodestructivo por un buen tiempo —desde que su novio se suicidó, dejándolo solo, deprimido, y siempre comiendo. Todo lo que le queda —aparte de su trabajo—, es un ensayo sobre “Moby Dick” que lee con frecuencia, y que parece traerle algo de paz (de ahí viene el título de la película, dicho sea de paso).
No obstante, Charlie no puede seguir viviendo así. Su presión arterial es tan alta, que solo le quedan pocos días de vida, y se niega a ir a un hospital. Es por eso que decide contactar a su hija, la joven y rebelde Ellie (Sadie Sink), a quien no ha visto en ocho años, desde que la dejó a ella y a su ex esposa, Mary (Samantha Morton). Intentando reconectar con la chica, ambos se dan cuenta de que hay mucho qué discutir —por más de que Ellie se comporte de manera realmente nefasta. Charlie, por su parte, intenta comprenderla —intenta ayudarla a darse cuenta de que es una buena persona, e intenta compensar los errores de su pasado. No tiene mucho tiempo, así que todo lo que puede hacer es buscar la redención; la propia, y por qué no, también la de Ellie.
No es difícil darse cuenta de que “La ballena” no es una película particularmente feliz. De hecho, es una experiencia incómoda, triste, que a pesar de contar con uno que otro momento ligero, nos sitúa en el deprimente mundo de Charlie. Se trata, pues, de un estudio de personaje de alguien que se ha rendido ante la vida, y que ha elegido autodestruirse luego de haber perdido a prácticamente toda persona a la que amaba. Es interesante, pues —Charlie es un personaje extremadamente fallido, que ha cometido muchos errores, y sin embargo es interpretado con empatía y dulzura por Fraser, quien logra inyectarle algo de su propia (y suave) personalidad a nuestro protagonista.
Es precisamente por eso, sin embargo, que tanto “La ballena” en sí como el personaje, pueden ser interpretados de distintas maneras. A mi parecer, la cinta nunca a llega a tratar a Charlie como alguien inhumano; nunca llega a burlarse de él ni presentarlo como un monstruo, necesariamente. Pero sí soy el primero en admitir que hay momentos en los que está cerca de hacer todo eso —razón por la que entiendo perfectamente porqué hay mucha gente que considera que la película es gordofóbica. La interpretación de Fraser es gentil, pero la manera en que Aronofsky nos presenta algunas situaciones ciertamente pueden ser interpretadas como… poco halagadoras. Ciertas y verosímiles, sí, pero entiendo porqué muchos podrían sentir que no ayudan para NADA a la percepción que se tiene en el mundo real de la gente obesa.
Lo cual es una pena, porque “La ballena” muy fácilmente se hubiera podido convertir en una experiencia que le haga algo de bien a dicha percepción —sin embargo, si esa era una de las intenciones de Aronosfky y Hunter, pues el filme se queda a medias. Además, no ayuda que por momentos se sienta como teatro filmado —evidentemente algo heredado de su fuente original de inspiración, pero que podría haber sido modificado y corregido para que “La ballena” se sienta más como una experiencia cinematográfica. Me gustó la elección de una proporción de pantalla cuadrada, como para que nos sintamos encerrados junto a Charlie en su casa, sin poder movernos, pero la película a veces recurre al melodrama o la exageración. Esto último puede funcionar muy bien en el teatro, pero no tanto en el cine.
Independiente de los defectos con los que cuenta la película, o de lo cuestionable que puede ser su moralidad —y la manera en que trata sus temas centrales—, no podemos negar lo espectacular que está Fraser en ella. Admito no ser muy objetivo — “La momia” es una de mis películas favoritas de toda la vida, y he estado esperando el RETORNO de Fraser por años—, pero creo que muy poca gente negará que el carismático actor realmente logra convertirse en Charlie. Nunca dudé del realismo del maquillaje y el traje que usa, lo cual ayuda a crear un personaje tridimensional, pero es Fraser quien al final del día logra desarrollarlo como alguien vulnerable, humano y extremadamente fallido. Se puede cuestionar el trabajo de Aronofksy o hasta el de Hunter a la hora de presentarnos a este personaje, pero no es de Fraser. Él simplemente está increíble, y nuevamente: estoy muy contento de que haya ganado el Óscar a Mejor Actor.
El reparto secundario, en su mayoría, está muy bien, también. Hong Chau es la que destaca más, interpretando a Liz como alguien que de verdad se preocupa por Charlie, cuidándolo y conversando con él y haciéndole compañía, advirtiéndole, como enfermera, de sus problemas de salud. Pero ella es también su habilitadora, trayéndole comida que claramente no necesita, y “engriéndolo” innecesariamente. Es un personaje complejo, lleno de contradicciones, brillantemente interpretado por Chau. Por su parte, Sadie Sink (“Stranger Things”) también resalta como Ellie, desarrollándola como una adolescente violenta, agresiva y rebelde; una chica que debe llamar la atención debido a los traumas que todavía carga. Y actores como Ty Simpkins (interpretando a Thomas, un misionero que quiere salvar el alma de Charlie) y Samantha Morton (como Mary, la ex esposa del protagonista) tienen roles menores, pero importantes.
Si deben ver “La ballena”, háganlo por el trabajo de Brendan Fraser. Está espectacular, y se darán cuenta de por qué mereció ganar el Premio de la Academia. Y el reparto secundario también logra hipnotizar (especialmente Hong Chau). La película en sí, sin embargo, no está a la altura del trabajo de sus actores, virando entre lo empático y lo burlable, poniendo incómodo al espectador, y a veces presentando a Charlie como alguien que merece respeto y cordialidad… y a veces no. En general, no me pareció increíblemente problemática… pero entiendo perfectamente por qué otros sí pensarían que lo es. “La ballena” es una película que los hará reflexionar y discutir, en todo caso, por más de que no estén de acuerdo con la manera en que aborda sus temas centrales. Y al final del día, al menos ayudó a traer de vuelta al gran Brendan Fraser. ¡No aguanto a verlo en más películas!
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