La premisa de “Llaman a la puerta” es intrigante: cuatro extraños que se meten a una cabaña en el medio de un bosque, poblada por una familia inocente. ¿Qué hacen ahí ¿Qué es lo que quieren? ¿O por qué comienzan a hablar sobre el fin del mundo? Se trata de una idea llena de potencial, que lamentablemente no es del todo bien aprovechada por la película. No me tomen a mal — “Llaman a la puerta” no es una experiencia terrible ni mucho menos. Especialmente durante la primera mitad de metraje, logra cautivarnos con un desarrollo lento por extremadamente tenso de la premisa ya expuesta. Pero es durante la segunda mitad que se comienza a desmoronar, concluyendo de manera bastante previsible.
Lo cual es una pena, porque como ya se ha mencionado, la idea básica de “Llaman a la puerta” está llena de potencial. Al menos al inicio, es un misterio, especialmente porque lo percibimos todo desde la perspectiva de nuestros inocentes protagonistas. Primero la de la pequeña Wen (una excelente Kristen Cui), y luego la de sus padres adoptivos, Eric (Jonathan Groff) y Andrew (Ben Aldridge). Ellos no saben qué quieren estos extraños, y por ende, nosotros tampoco. Ellos viven una vida normal, y de pronto son interrumpidos por un grupo de —aparentes— locos que les dicen que tienen que sacrificar a un miembro de su familia para prevenir el apocalipsis. Tienen que estar insanos, ¿no? No pueden estar hablando en serio, ¿verdad?
Pues habrá que ver.
El que sean tan amables y estén tan tranquilos ayuda, de hecho, a generar una atmósfera muy particular al inicio de la cinta. El gigante Leonard (Dave Bautista) puede ser intimidante a nivel físico, pero no parece querer otra cosa más que calmar a sus víctimas, esforzándose por que le crean. La Sabrina de Nikki Amuka-Bird es una enfermera, y por ende sabe tratar con delicadeza a los demás. Y la Adriane de Abby Quinn es la única que parece estar verdaderamente asustada —cree firmemente en lo que están diciendo, y por ende, se muere de miedo por lo que está a punto de suceder. La única figura imprevisible es la del Reymond de Rupert Grint (sí, el mismísimo Ron Weasley). Un poco más errático y agresivo, solo al final es que logra demostrar algo de vulnerabilidad.
Son caracterizaciones fascinantes, las cuales se ven beneficiadas por actuaciones de muy buen nivel. Bautista sigue demostrando ser mucho más talentoso de lo que uno se hubiese imaginado hace unos años —sigue eligiendo roles intrigantes, interpretándolos de manera inesperadamente suave, demostrado que tiene muchas más ambiciones que alguien como Dwayne Johnson (otro de los famosos peleadores convertidos en actores). Grint destaca como uno de los atacantes, Jonathan Groff y Ben Aldridge son muy creíbles como una pareja que se quiere mucho, y la joven Kristen Cui da una actuación extremadamente natural. Uno realmente llega a empatizar con esta familia, deseando que se escapen de tan extraña situación.
Pero la película termina por defraudar un poco a estos personajes. Lo que comienza de manera intrigante y violenta, poco a poco se va tornando cada vez más previsible. Cuando uno finalmente llega al tercer acto, se da cuenta que “Llaman a la puerta” solo puede terminar de una de dos formas… y eso es precisamente lo que pasa. Shyamalan no tiene ningún giro inesperado, ningún as bajo la manga. Hace lo que uno esperaría que hiciera… y nada más. Esto le resta mucha tensión a la historia desde mucho antes que lleguemos al clímax, haciendo, incluso, que el ritmo vaya bajando poco a poco. El balance general no es del todo negativo, pero me hubiese gustado que “Llaman a la puerta” terminase… mejor.
Adicionalmente, muchos de los detalles que incluye no son del todo convincentes. Los personajes se enteran de lo que pasa en el mundo a través de noticieros televisivos, por ejemplo —un recurso que eventualmente se torna repetitivo. Además, muchas de las imágenes presentadas no son muy convincentes que digamos —es decir, los noticieros se sienten falsos, como algo que los cuatro invasores hubieran podido fabricar sin mayores problemas. Esto no ayuda, pues, a que ciertas revelaciones tardías —las cuales son hechas, dicho sea de paso, de manera apresurada y torpe— lleguen a convencer. No me canso de decirlo: “Llaman a la puerta” comienza muy bien, pero poco a poco se va desinflando.
Eso sí, no me puedo quejar del ojo de Shyamalan. Incluso más que otros de sus filmes, con “Llaman a la puerta” logra demostrar que sabe exactamente qué recursos formales del audiovisual usar, especialmente cuando se trata de maximizar el suspenso durante la primera mitad de la historia. Desde planos aberrantes, hasta conversaciones presentadas en primeros planos de rostros, cambios de foco y acciones que suceden fuera de foco en el fondo de un plano, Shyamalan parece divertirse mucho con cómo nos presenta esta historia. Puede que tenga problemas con el guion, pero la pasé muy bien con la dirección de Shyamalan en “Llaman a la puerta”.
“Llaman a la puerta” es una experiencia un poco frustrante —una película muy bien hecha desde el punto de vista de dirección Y dirección de fotografía, repleta de actuaciones excelentes, y momentos de innegable suspenso. El diálogo es mejor que el de muchas de las cintas previas de Shyamalan, y los personajes están suficientemente bien desarrollados. Y sin embargo, fue durante la segunda mitad de la historia que “Llaman a la puerta” comenzó a perderme, tornándose en una experiencia totalmente previsible, sin mayores sorpresas, y muy poco sutil en su alegoría. Es así, pues, que no puedo terminar de recomendar la película… pero a la vez, como suele pasar con el cine de Shyamalan, tampoco puedo negar que incluye varios momentos rescatables o hasta memorables. Un resultado mixto, entonces —intrigante y previsible a la vez.
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