Uno se podría preguntar: ¿por qué contar la historia de “Pinocho” otra vez? ¿Qué se podría hacer que no se hizo previamente con la adaptación animada clásica de Disney? Son preguntas válidas, especialmente considerando que el remake de Robert Zemeckis terminó siendo un desastre completo que, para colmo de males, fue visto por prácticamente nadie. Pero Guillermo del Toro parece tener las respuestas adecuadas. Su “Pinocho” no se parece en nada al remake de acción en vivo de Disney, y mucho menos al clásico animado de la misma empresa. Es un filme de stop-motion más oscuro, más humano y más complejo, pero no por eso menos entretenido.
En pocas palabras: esta nueva versión de “Pinocho” logra justificar su existencia sin mayores problemas.
Lo que tenemos acá, pues, es una experiencia no solo para niños, si no para toda la familia. Como Del Toro ha dicho ya varias veces públicamente, la animación no es un género; es un arte, es una forma de hacer cine. Y esa filosofía se nota a leguas en cada encuadre de “Pinocho”, una película hecha con cariño, dedicación y mucha paciencia. A pesar de contar con algunos números musicales y personajes entrañables, es un filme que no tiene tiene miedo de tocar temas fuertes sobre la guerra, la muerte y el fascismo. Y por supuesto, todo está presentado con la estilización y potencia que uno esperaría de Del Toro, sin subestimar a su público, pero también sin aburrirlos. Es un logro considerable, que me hubiese encantado ver en la pantalla de cine.
La premisa de la película es similar a lo que ya vieron en otras adaptaciones; es en los detalles donde esta versión de “Pinocho” se diferencia de otras producciones. Al inicio, vemos a Geppetto (voz David Bradley) vivir una vida tranquila en las afueras de un pueblo italiano a principios del siglo veinte —es un carpintero mayor, que sin embargo trabaja duro, y quiere mucho a su hijo de diez años, Carlo (Alfie Tempest). Sin embargo, una noche la tragedia llega a su vida. Con el comienzo de la Primera Guerra Mundial, llegan los bombardeos a Italia, y su adorado hijo muere en uno de ellos, dejando al viejo carpintero totalmente quebrado y desolado.
Los años pasan, Mussolini comienza a ganar poder, pero Geppetto sigue igual. Hasta que un buen día, el Espíritu del Bosque (Tilda Swinton) decirle ayudarlo y darle vida a una marioneta de madera que ha fabricado. Es así que nace Pinocho (Gregory Mann), un chico entusiasta que recién comienza a conocer el mundo a su alrededor. Consternado, Geppetto decide protegerlo a toda costa, con la ayuda del guardián designado por el espíritu, el grillo Sebastián (Ewan McGregor). Pero tal y como se deben imaginar, Pinocho se termina metiendo en toda suerte de aprietos, comenzando con su relación con el Conde Velope (Christoph Waltz), quien lo quiere usar con su atracción principal en una feria venida a menos.
Puede que “Pinocho” suene muy similar a las adaptaciones previas ya mencionadas de esta historia, pero felizmente lo que terminan haciendo Del Toro y su codirector Mark Gustafson es algo mucho más refrescante y original. El contexto en el que se lleva a cabo la película, por ejemplo, en donde vemos a la gente común y corriente de Italia siendo influenciada por el fascismo de Mussolini, le otorga una dimensión política adicional a la trama que no se ve en otros filmes. “Pinocho” trata sobre gente reprimida; chicos que son obligados a hacer o ser algo que no quieren hacer o ser, y que tienen que combatir dicha represión para encontrar sus verdaderas identidades. Evidentemente esto es representado con eficiencia en el mismísimo Pinocho (quien siempre busca ser un chico de verdad), pero también en ciertos personajes secundarios inesperadamente interesantes.
Por otro lado, es el aspecto emocional lo que también ayuda a que esta nueva película de “Pinocho” funcione tan bien. La relación entre el personaje del título y Geppetto es creíble, y viene de un lugar muy personal y verdadero, especialmente para el viejo carpintero. Después de todo, se trata de alguien que perdió a un hijo muy joven, y que está tratando de buscarlo en alguien más. Durante buena parte de la película, Geppetto le pide a Pinocho que sea más como Carlo; lo cual, como se deben imaginar, la permite al joven muñeco darse cuenta de quién es verdaderamente. La película tiene mucho qué decir, pues, sobre la identidad propia, y sobre cómo no debemos exigirle a nuestros seres queridos que sean como nosotros queremos; hay que dejarlos ser, y dejarlos encontrase a sí mismos.
Adicionalmente, “Pinocho” también nos habla mucho sobre la muerte. De hecho, uno de sus temas centrales está relacionado a la brevedad de la vida; al hecho de que la vida es significativa y especial, justamente porque todos tenemos que morir eventualmente. Eso es algo que Pinocho tiene que llegar a entender, y lo que termina por otorgarle un desenlace particularmente emotivo y melancólico a la película. Estoy seguro que muchos espectadores botarán lágrimas durante los últimos minutos de “Pinocho”.
Como deben imaginarse, la animación en “Pinocho” es de primera. Puede que el stop-motion sea una técnica de poco uso hoy en día —principalmente debido al tiempo y paciencia que le exige a sus animadores—, pero eso no quiere decir que no tenga un lugar en el mundo del cine. De hecho, es el stop-motion, y el uso de marionetas, muñecos, pinturas matte en los fondos, y grandes expresiones en los personajes, lo que le otorga una cualidad atemporal a “Pinocho”. La película simplemente luce hermosa, aprovechando muy bien los diseños angulares de los personajes, haciendo que la producción se sienta muy… bueno, muy Del Toro. Las voces, además, son todas muy apropiadas para los personajes; aunque me dio risa que tengamos a Cate Blanchett (¡!) dándole vida a un mono que solo hace ruidos de mono. ¡Por qué no!
Vale la pena destacar que “Pinocho”, de Guillermo del Toro, es una película intensa —no apta para niños demasiado pequeños, pero sí para lo que tengan de 8 años en adelante. Además, se trata de una película bastante larga para los estándares del cine animado; poco más de dos horas, lo cual podría terminar por cansar a los espectadores más jóvenes. Fuera de eso, sin embargos se trata de una adaptación fascinante; de una cinta brillantemente animada, repleta de personajes memorables, situaciones jocosas, (ocasionales) números musicales, y mucha emotividad. “Pinocho” es, pues, todo lo que uno debería esperar de una película de este tipo, y todo lo opuesto a su (lamentable) contraparte de acción en vivo. Si hay una película que deben ver en familia esta Navidad, de hecho es “Pinocho” (la de Guillermo del Toro).
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