El Menú

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El mensaje principal de “El Menú” no es particularmente novedoso: la gente asquerosamente rica y privilegiada es, en general, terrible. No es nada que no hayan escuchado antes —o con lo que no estén de acuerdo—, y sin embargo forma parte de una propuesta deliciosamente (ja) divertida. Lo que tenemos acá es una sátira que se deleita en poner a sus personajes en situaciones cada vez más delirantes, convenciendo al espectador de por qué merecen ser torturados. Agréguenle a eso un comentario bastante preciso sobre los críticos profesionales (ay) y la manera en que el arte es percibido y consumido hoy en día, y “El Menú” se torna en una de las experiencias más interesantes (y por qué no, distintas) que uno pueda tener en un cine este año.

“El Menú” tiene como protagonistas a Margot (Anya Taylor-Joy) y Tyler (Nicholas Hoult), una pareja que formará parte de una experiencia culinaria sin igual. Están siendo llevados, como parte de un grupo de doce personas privilegiadas, a una isla privada, en donde serán servidos un menú especial por parte de un afamado chef llamado Slowik (Ralph Fiennes). Se trata de uno de los chefs más famosos del mundo, tanto así que ha logrado, con el tiempo, cobrar sumas ridículas de dinero por los platos que prepara en sus restaurantes. Tal y como dice en la película: la comida que él prepara no debe ser, bueno, comida, si no más bien saboreada.

¿Y quiénes acompañan a nuestros protagonistas? Pues tenemos a una crítica profesional de comida (Janet McTeer) y su esposo; a una estrella de cine venida a menos (John Leguizamo); a una pareja que ya ha ido a la isla de Slowik varias veces (Judith Light y Reed Birney); y a un grupo de yuppies que trabajan para la empresa que financia los restaurantes del chef. Todos ellos formarán parte del Menú, el cual, poco a poco, los hará reflexionar sobre sus errores, haciendo que la tarde se torne cada vez más chocante y violenta. Margot, sin embargo, siendo una suerte de reemplazo para la pareja previa de Tyler, es una outsider, lo cual tiene el potencial de arruinar los planes de Slowik.

“El Menú” comienza de manera intrigante, desenvolviéndose como un misterio, utilizando al personaje de Taylor-Joy como la representante del público en la historia. Ella, a diferencia de Tyler, y al igual que muchos miembros del público, sabe muy poco de la cocina de alta gama o de las estrellas Michelin, y por ende, va aprendiendo y observando al mismo tiempo que los espectadores. Pero es ella, también, la que nos permite experimentar todo esto con cierta ironía, dándose cuenta de lo pretencioso y hasta absurdo que puede ser este mundo. Tyler, por su parte, es una contraparte perfecta —una suerte de “fanboy” que idolatra a Slowik, y que queda fascinado con todo lo que hace a lo largo de la noche, por más de que involucre violencia, abusos y hasta sangre.

Claramente, “El Menú” no le tiene ninguna clase de cariño ni a los críticos pretenciosos, ni a los fanáticos que se tragan (literalmente) todo lo que sus ídolos crean. Lo interesante de la sátira de “El Menú” es que se puede aplicar a todo tipo de arte —no solo la cocina. Muchos de los discursos que el chef da (especialmente durante la segunda mitad de la película) se pueden extrapolar al mundo del cine, por ejemplo, dejando bastante mal parados a aquellos que solo ven películas por verlas, o quienes se concentran demasiado en el aspecto pseudointelectual del arte, y no tanto en el disfrute del mismo. Una de las razones por las que Slowik está haciendo lo que está haciendo, es porque ha dejado de disfrutar de lo que hace. Cocina no porque le gusta, si no porque no tiene nada más que hacer. Y porque está tratando de complacer a gente que nunca va a quedar satisfecha.

Ahí, de hecho, es donde viene la critica al 1%. Ellos son los únicos que pueden pagar la comida de Slowik, y muchos de ellos no están interesados ni en la gastronomía ni en la experiencia —solo en aparentar, en poder decir que fueron a esta isla tan exclusiva. Y quienes parecen sentir algún tipo de pasión por la comida, como Tyler, terminan siendo terribles personas, aparentemente dispuestas a arruinar las vidas de los demás con tal de codearse con sus ídolos. Al menos al inicio, uno está del lado de Slowik simplemente por lo odiosas que son sus víctimas; gente privilegiada y de muchos recursos, que en su mayoría merecen recibir los castigos que están a punto de llegarles. Es después que uno se da cuenta que Slowik tiene tanta culpa como ellos, sin embargo.

El reparto de “El Menú” es impresionante. Ralph Fiennes interpreta al chef como alguien que lo ha perdido todo —ya no hay alegría en su vida, ni en su trabajo, ni en lo que supuestamente le apasiona. Taylor-Joy, por su parte, demuestra tener las habilidades actorales suficientes como para compartir escenas con Fiennes, y salir muy bien parada; su Margot es el único personaje con el que verdaderamente vale la pena empatizar. Hoult interpreta a Tyler como un patán pretencioso y egoísta, y John Leguizamo destaca como un actor de media talla inspirado en Steven Seagal. El resto del reparto tiene menos que hacer, pero no por eso es menos importante para la historia.

Sí, el mensaje de “El Menú” es bastante obvio. Y sí, se puede argumentar que podría haber hecho más con la temática central, y ciertamente con sus personajes secundarios. Y estoy seguro que no muchos estarán de acuerdo con el desenlace (no se preocupen; no pienso incluir spoilers en este texto). Sin embargo, vuestro servidor disfrutó mucho de la película; de lo divertido que terminó siendo el proceso de investigar el misterio principal, y de las actuaciones, todas de buen nivel. “El Menú” es, pues, una comedia negra que quizás pudo ser un poco más ambiciosa —o menos obvia en sus ambiciones—, pero que como cualquier buen plato de comida, puede ser disfrutada sin problemas. Puede que se asemeje más a una hamburguesa con queso que a un plato de un restaurante Michelín… pero si algo también nos dice “El Menú”, es que no hay nada de malo en una buena hamburguesa con queso.

Avance oficial:

80%
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