“Hasta los huesos” es una película curiosa, que no obedece los parámetros de los géneros a los que el cine comercial estadounidense nos tiene acostumbrado. Lo cual no debería sorprender, considerando que tiene como director a Luca Guadagnino (“Llámame por tu nombre”, el remake de “Suspiria”). Lo que tenemos acá es una propuesta que, inicialmente, suena como una cinta de terror, pero que a pesar de incluir un montón de gore, se desarrolla más como un road movie y un drama romántico. No es una mezcla que funcione del todo bien, valgan verdades, pero al menos se siente como algo distinto y arriesgado.
“Hasta los huesos” tiene como protagonista a Maren (Taylor Russell), una chica de dieciocho años, tímida pero aparentemente normal, que sin embargo esconde un secreto: es una caníbal. Es un detalle que solo su padre sabe, y que, luego de un desafortunado incidente que involucra a una de sus amigas, los obliga a irse de la ciudad. Desgraciadamente, luego de pasar la noche en un nuevo lugar, Maren descubre que su padre la ha abandonado, dejándola a su suerte ahora que es mayor de edad. Empecinada a encontrar a su madre, a quien nunca conoció pero que está segura tiene algo que ver con su hambre de carne humana, la chica decide viajar por bus y carro a través del país. Es así que conoce a Lee (Timothée Chalamet), otro caníbal, con el que termina congeniando, y hasta enamorándose.
Pese a que la película cuenta con un objetivo final —encontrar a la madre de Maren—, está estructura de forma suelta (¿de huesos?), dejando que nuestros personajes se encuentren con todo tipo de personajes coloridos durante sus viajes, siendo tentados por la carne humana y el olor de otros seres humanos. Guadagnino, además, desarrolla la historia de manera contemplativa, sin mayores apuros, grabando la mayoría de sus escenas durante la famosa hora mágica, pero a la vez, mostrándonos a un Estados Unidos sucio, vacío y descuidado. Es casi como si esta pareja, hermosa y joven, habitase en un lugar en el que comer carne humana no es lo peor que una persona puede terminar haciendo.
Lo cual es una tema un poco problemático, especialmente considerando la manera en que Maren y Lee han sido caracterizados. Sí, son caníbales. Sí, matan gente y se la comen. Y sí, en un par de momentos, los dos (especialmente Maren) reflexionan sobre sus acciones, dándose cuenta de que, quizás, no son tan buenas personas. Pero a la vez, son gentiles y valerosos y se quieren el uno al otro. Guadagnino no nos pide que le perdonemos sus pecados, necesariamente, pero sí parece estar diciéndonos que no nos preocupemos; a pesar de ser caníbales, no son tan malos. De hecho, hay gente peor; gente que, al igual que ellos, no pueden controlar sus impulsos, pero son más raros y perturbadores.
Es ahí donde entra a tallar, de hecho, el Sully de Mark Rylance. Interpretándolo como una suerte de adulto “abebado”, como un señor de cierta edad que ya está acostumbrado al canibalismo, el personaje sirve como una suerte de contraparte para Maren y Lee. Sully es en lo que ellos podrían terminar convirtiéndose si es que siguen dejándose llevar por el hambre de carne humana: gente solitaria, sin conexiones humanas o habilidades sociales. Sully ha confeccionado una cuerda con el pelo de todas sus víctimas, y habla en tercera persona, comportándose como un niño. Puede que Maren y Lee sean raros (son caníbales, después de todo), pero Sully es más raro. Lo mismo se puede decir del personaje de Michael Stuhlbarg (un poco desperdiciado acá), otro caníbal de personalidad peculiar.
Quizás ese es el punto de “Hasta los huesos”: que no hay demasiada diferencia entre nuestros protagonistas, y sus contrapartes mayores, hastiadas, sucias y peculiares. Pero eso también es lo que hace que sea tan difícil conectar con el romance entre Maren y Lee. Y ciertamente no ayuda que la química entre ellos no sea particularmente potente; no es que parezcan llevarse mal ni nada por el estilo, pero considerando las declaraciones de amor que se terminan haciendo el uno al el otro, y las situaciones por las que pasan, hubiese ayudado que encendiesen la pantalla con fuego y pasión, en vez de simplemente parecer muy buenos amigos.
Lo cual no quiere decir que las actuaciones sean malas, eso sí. Individualmente, tanto Chalamet como Russell están muy bien, desarrollando a sus personajes de manera creíble, en este mundo ochentero tan ajeno al nuestro. Chalamet es vulnerable y pequeño y de voz calmada, y Russell es tímida y valiente. Nunca es fácil interpretar a personajes en un contexto tan específico, y sin embargo ellos no parecen tener problemas a la hora de encontrar lo verdadero de sus roles; valgan verdades, ayuda que Guadagnino desarrolle este mundo de manera interesante. Consideren, si no, lo sucias y asquerosas que son las escenas de canibalismo (hay harto gore, así que si son un poco sensibles a ese tipo de imágenes, no deberían ver “Hasta los huesos”). Puede que romantice la relación entre Maren y Lee, pero al menos no romantiza el gusto que tienen por la carne humana.
Desarrollar una historia romántica de caníbales de manera contemplativa y lenta siempre iba a ser un reto, y aunque no me animaría a decir que “Hasta los huesos” es una completa decepción, creo que también era entendible que se espere más de este director y de este reparto. El mundo en el que se lleva a cabo la historia es fascinante, y ha sido desarrollado de manera verosímil, pero es la caracterización de nuestros protagonistas —y el romance central tan poco intenso— lo que termina por aburrir al espectador. Súmenle a eso las chocantes escenas de gore, y me imagino que varios miembros del público la pasarán bastante mal con “Hasta los huesos”. Lo que tenemos acá, entonces, es un experimento fallido —arriesgado y diferente, pero no muy satisfactorio que digamos.
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