Falling
El miércoles 9 de diciembre tuve el absoluto privilegio de asistir a una función especial de “Falling” (2020), la primera película de Viggo Mortensen como director, guionista y hasta compositor de la banda sonora. La vi en el cine Curzon de Bloomsbury, en Londres, en el que estuvo presente el mismísimo Mortensen, quien dio una interesante charla sobre el filme luego de la proyección.
Considerando que estamos, todavía, en medio de la pandemia por el COVID-19, vale la pena enfatizar que tanto la función como la charla se llevaron a cabo con todas las medidas de seguridad posibles, introducidas tanto por el gobierno británico, como por las cadenas de cine como Curzon. La sala estaba operando únicamente al 40% de capacidad, tanto las mascarillas como el distanciamiento social eran obligatorios, y como levar un micrófono de espectador a espectador no sería posible, ningún miembro del público pudo hacerle preguntas a Mortensen. Lo que sí pudimos hacer, sin embargo, fue escucharlo hablar sobre su experiencia como director y productor en “Falling”, una historia que, claramente, es bastante más personal de lo que uno se hubiese imaginado inicialmente.
Mortensen comenzó la charla mencionando que tuvo el placer de trabajar con actores de excelente nivel, diciendo que “todos, desde los que tenían 8 hasta los que tenían 80 años, eran excelentes, y nos facilitaron el trabajo en la sala de edición”. Además, también dijo que había querido dirigir una película por mucho tiempo, y que la primera vez que lo intentó fue con otro guion hace casi 25 años. De hecho, confesó que trató de desarrollar varios guiones a lo largo de los años, pero que nunca lograba recaudar suficiente dinero como para comenzar el trabajo de producción. Esto último es bastante preocupante —especialmente para quienes recién estamos comenzando a trabajar en la industria. Después de todo, si a un actor de la talla de Mortensen le cuesta tanto trabajo conseguir dinero para realizar una película, ¿qué nos queda a nosotros los mortales?
Por otro lado, tomando en cuenta las exigencias del guión — “escenas invernales, trabajar con niños”—, Mortensen había considerado que necesitaría siete semanas de rodaje. Lamentablemente, solo pudo tener cinco, pero gracias a su experiencia de trabajo con directores como David Cronenberg o Peter Jackson, sentía que igual podía hacerlo, porque estaba preparado —“nunca te puedes preparar demasiado o con demasiada anticipación para un rodaje”. El primero, curiosamente, tiene un breve cameo en “Falling”, interpretando a un proctólogo, y como la película fue parcialmente grabada en Canadá, Mortensen mencionó que tenerlo en el set de rodaje era como “trabajar con realeza”.
Adicionalmente, declaró que “Falling” es una historia que comenzó a escribir luego del funeral de su madre, quien había sufrido de demencia, y mientras su padre estaba en las primeras etapas de dicha enfermedad. Su proceso creativo comenzó simplemente con algunos apuntes —conversaciones que había escuchado, o frases que alguien había dicho luego de que su madre falleciese. De hecho, la narrativa de “Falling” comenzó como un cuento corto que escribió durante un vuelo nocturno, el cual fue desarrollando y, eventualmente, convirtió en un largometraje que prefirió realizar en vez de algunos de los otros proyectos para los que también estaba tratando de recaudar algo de dinero.
Sobre el gran Lance Henriksen, quien interpreta al padre de su personaje en “Falling”, Mortensen mencionó que “es un actor muy honesto; no importa qué tan rara sea la película, o qué tan breve sea su rol, uno siempre se siente atraído a su actuación”. Mientras trabajaba con él, Henriksen le decía que “no quería que se dé cuenta que estaba actuando”, y según Mortensen, nunca le pasó. Incluso cuando, en determinado momento, Mortensen perdió el presupuesto para el proyecto, Henriksen le dijo que igual quería participar en él, ya que “nunca había tenido un rol como este en toda su carrera”. Ambos sabían que sería difícil, y que Mortensen tendría que recordar algunos detalles desagradables sobre su propia crianza, pero ambos actores estaban a la altura de este reto.
La charla culminó con algunas anécdotas adicionales sobre la producción de “Falling” —por ejemplo, el rodaje comenzó antes de que tuviesen todo el presupuesto que necesitaban, detalle que Mortensen olvidó mientras realizaba su trabajo de dirección—, así como comentarios muy positivos de Mortensen sobre sus compañeros de trabajo, incluyendo a la genial Laura Linney, quien tiene un papel muy breve pero importante como la hermana de su personaje en la cinta. Lo más destacable de la charla, sin embargo, estuvo en la humildad y paciencia de Mortensen, y en la pasión que claramente le tiene a este proyecto. Esperemos que “Falling” se pueda ver pronto en plataformas de streaming, para que más gente pueda disfrutar de esta historia de familia; de padres, de hijos, de tolerancia y de relaciones interpersonales extremadamente complejas.
Un viaje incómodo
“Falling” cuenta la historia de Willis Petersen (Henriksen), quien a los ochenta años, sufriendo de demencia y perdiendo el control de su vida, se va de su aparentemente cómoda granja para tratar de encontrar una casa más cerca a la de su hijo, John (Mortensen). Es así que la película nos va mostrando la relación entre ambos, y las diferencias —ideológicas, de comportamiento— que existen entre ellos. Willis es un hombre extremadamente controlador, chapado a la antigua y discriminador, que no tiene vergüenza de hacer preguntas inapropiadas sobre la vida personal de su hijo, o de utilizar términos ofensivos que, quizás, hubiesen sido aceptables cuarenta o cincuenta años atrás.
Por su parte, John es un hombre gay, casado con un enfermero llamado Eric (Terry Chen), y padre de una adorable hija adoptiva llamada Mónica (Gabby Velis). Pero “Falling” no se trata únicamente sobre los conflictos entre padre e hijo. En simultáneo, nos presenta flashbacks sobre la infancia de John, los cuales nos muestran sus interacciones con un Willis más joven (Sverrir Gudnason), así como el amor que sentía por su madre, Gwen (Hannah Gross). Se trata, pues, de una versión ficcionalizada de la vida del mismísimo Mortensen, quien utiliza esta historia para desarrollar conflictos familiares palpables, en donde las diferencias generacionales se ponen en evidencia, y se trata de humanizar personajes que, en ejercicios dramáticos menores, serían caracterizados como villanos caricatúrenos e inverosímiles.
Consideren, si no, al mismísimo Willis. A los ochenta años, es presentado como un hombre bastante detestable, necio como él solo, y claramente molesto porque está perdiendo el control de su vida —de sus memorias y de sus decisiones. No parece estar particularmente interesado en caerle bien a nadie, ni en recibir ayuda de su familia —ni de su hijo John, ni de su hija Sarah (la siempre excelente Laura Linney). Sin embargo, el filme no carece de momentos de ternura, en donde Willis logra demostrar que puede comportarse de manera cariñosa. Consideren, si no, su relación con su nieta, Mónica, quien poco a poco se va convirtiendo en su amiga, a pesar de no poder ser más diferentes. Se trata de un retrato complejo de un personaje complicado, el cual Mortensen desarrolla con cuidado, sin entrar en exageraciones o caricaturizaciones.
Y Henriksen, felizmente, está a la altura del rol. El veterano actor, quien ya cuenta con más de 300 créditos en la pantalla grande y en la chica, por fin tiene la oportunidad de desarrollar un personaje complejo, a quien logra otorgarle bastante humanidad, haciendo que el espectador entienda por qué es como es. Henriksen le otorga una intensidad palpable al rol, presentando a Willis como alguien que se siente incomprendido —a pesar de no serlo, necesariamente—, y que siempre ha querido tomar las riendas de su vida, por más de que pueda terminar alejando a quienes más lo quieren. Se trata de un personaje muy distinto a los que Henriksen usualmente interpreta, lo cual, felizmente, resulta en una de las mejores interpretaciones de su carrera.
Ayuda, también, el que los flashbacks contribuyan tanto con la humanización de Willis, como con el desarrollo de John. A pesar de que Mortensen no es gay en la vida real —al menos públicamente—, el hecho de que su personaje lo sea tiene mucho sentido dentro de la narrativa de “Falling”. Ayuda a enfatizar el conflicto entre John y Willis, poniendo en evidencia sus diferentes personalidades y perspectivas, y resaltando lo fuera de lugar que este último se siente en un mundo moderno —consideren también, si no, la escena con Sarah y sus hijos, en donde Willis claramente no está de acuerdo con las decisiones tomadas por sus dos jóvenes nietos. Lo que bien podría haber sido retratado de manera telenovelesca, más bien se siente honesto y verdadero, mostrándonos una familia que parece estar siempre al borde del precipicio.
Mortensen, por su parte, interpreta a John como alguien extremadamente paciente, que todavía quiere a su padre a pesar del daño que le ha hecho a lo largo de los años. Las cicatrices que John todavía lleva de su infancia son importantes para entender al personaje, pero no son utilizadas de manera excesiva o cursi. Mucho de lo que John piensa y siente en el presente está en el subtexto; no hay necesidad de decirlo porque lo vemos en los flashbacks, y porque tanto él como Willis saben lo que han vivido y lo que han sufrido. Solo hay una escena de explosión emocional entre ambos personajes, y se siente justificada porque es una suerte de culminación de todo lo que vimos anteriormente —es John diciéndole a su padre lo que siempre quizo decirle pero nunca pudo, y lo que Willis siempre supo pero nunca quizo admitir.
Resulta interesante, además, la manera en que la demencia de Willis es retratada en la película. El personaje no es presentado como alguien confundido o perdido, si no más bien como alguien que sabe exactamente lo que hace, pero cuya realidad va cambiando de cuando en cuando, muchas veces intercalando entre el pasado y el presente. Los flashbacks son presentados a veces de maneras subjetiva —como los recuerdos de un Willis atrapado en sus arrepentimientos y hasta deseos sexuales insatisfechos—, pero también de manera objetiva, como si pudiesen pertenecer tanto a John como a Willis. Esto podría confundir a ciertos espectadores, es cierto, pero también ayuda a que uno vea estos eventos desde fuera, no necesariamente como hechos o como recuerdos 100% verdaderos, si no más bien como representaciones de lo que los personajes sienten o creen que vivieron en el pasado.
“Falling” es un notable debut como director para Viggo Mortensen —un proyecto altamente personal, que cuenta con actuaciones de excelente nivel —ya era hora de que alguien supiese aprovechar los talentos de Lance Henriksen— y que narra una historia dramáticamente satisfactoria, con la cual estoy seguro muchos miembros del público podrán empatizar. Es cierto que la estructura de los flashbacks puede resultar algo confusa, y que buena parte del segundo acto no fluye tan bien como a Mortensen le hubiese gustado, pero aquellos son defectos que, felizmente, no terminan por arruinar el producto final. “Falling” es un drama honesto, emotivo y técnicamente impresionante, que demuestra los talentos de Mortensen tanto delante como detrás de las cámaras. Estaré esperando su siguiente proyecto con muchas ansias.
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