Guasón
Mucho se ha dicho y escrito ya sobre “Guasón”, y aunque admito que he llegado un poco tarde a la fiesta, no podía dejar de comentarla. Después de todo, ¿cuándo fue la última vez que una película basada en personajes de cómics ganó el premio a Mejor Película en el Festival de Cine de Venecia? ¿O cuándo fue la última vez que vieron una cinta de DC o Marvel que no tenga ningún tipo de conexión con el resto de la franquicia, y que más bien trata de funcionar lo mejor posible por sí sola? De la misma manera que “El caballero de la noche”, de Christopher Nolan, o “Logan”, de James Mangold, “Guasón” resalta porque se trata de una película que intenta hacer algo diferente con el subgénero. Por más que haya disfrutado (muchísimo) de “Avengers: Endgame”, no son dos películas comparables; puede que tengan influencias similares en la página, pero en la pantalla grande, son producciones con objetivos e identidades completamente diferentes.
Mezclando el realismo del cine de Christopher Nolan (y hasta elementos de su versión de Ciudad Gótica en la trilogía de “El caballero de la noche”), con claras influencias de clásicos como “Taxi Driver” o “El rey de la comedia”, “Guasón” termina siendo un filme inesperado pero muy coherente con nuestros tiempos. Decidido a mostrar lo que la violencia, el caos, y por qué no, la locura podría hacer con un personaje como este, Todd Phillips ha decidido alejarse de la comedia para hacer de “Guasón” un filme innegablemente violento, pero absolutamente fascinante. Quieres la estén declarando como una absoluta obra maestra están exagerando un poco —no carece de defectos, como la mayoría de películas que uno llega a ver en la pantalla grande—, pero a la vez, no se puede negar que es la película de DC más original e intensa de los últimos años. Hasta me dan ganas de perdonarles lo decepcionante que fue “La Liga de la Justicia”.
El gran Joaquín Phoenix interpreta a Arthur Fleck, un hombre severamente medicado que trabaja como payaso en una versión caótica, sucia y violenta de Ciudad Gótica en los años 80 (aunque estéticamente hablando, parece más la década de 1970). Vive con su madre, la inválida Penny (Frances Conroy) y trata de ganarse la vida actuando en restaurantes o hasta en hospitales para niños. Desgraciadamente, su vida no podría ser más triste: nadie lo valora, nadie lo ve, incluso, y hasta cuando las cosas parecen mejorar un poco al entablar una relación con su vecina, Sophie (Zazie Beetz), todo eventualmente regresa al status quo. Es ahí que Arthur, armado con una pistola que le regaló un compañero de trabajo, pierde todo tipo de control, y sin querer, comienza una suerte de movimiento anárquico en Gótica, el cual podría tener más repercusiones en la sociedad de lo que cualquiera creería inicialmente.
Una película como “Guasón” podría ser “peligrosa” únicamente en un país como Estados Unidos; por algo ya han salido varios comunicadores y periodistas estadounidenses a decir que la proyección del filme podría traer consigo varias consecuencias. Se trata, después de todo, de una película sobre un personaje violento, de alguien que eventualmente se convertirá en un villano, y que nos pide que entendamos sus circunstancias y el razonamiento detrás de sus acciones, mas no que empaticemos con él, y mucho menos que nos identifiquemos con él. Es una línea muy delgada entre la empatía y la comprensión, sí, pero es una que tanto Phillips como Phoenix manejan muy bien, pero que podría ser malentendida en el país de las hamburguesas y las metralletas.
No obstante, considerando eso, se puede decir que “Guasón” es un estudio de personaje fascinante, el cual muestra a un hombre que, sin llegar a encontrar mayores soluciones, decide recurrir a la violencia simplemente para sentir que la gente le hace caso. Es una suerte de llamada de auxilio, sí, pero una que no mide las consecuencias de sus actos; la cinta nunca trata de justificar los momentos más violentos en los que se ve involucrado Arthur ni mucho menos. De hecho, es con el primero donde uno se da cuenta que no podrá dar vuelta atrás, y es particularmente con el segundo, que uno se da cuenta que, por fin, se ha convertido en el “Guasón”, dejando de lado su previa identidad, la cual era mucho más humana y racional. “Guasón”, por ende, es una historia de origen que desarrolla la transformación de un hombre a un ícono; de persona a símbolo de una revolución inesperada pero (aparentemente) necesaria.
Joaquín Phoenix está simplemente genial como Arthur Fleck / El “Guasón”. Se transformó completamente para el rol, perdiendo muchos kilos de peso, y otorgándole una forma muy particular de moverse al personaje, convirtiéndolo casi en un insecto que se contorsiona y ríe sin parar. No se trata de una burla de la gente con problemas mentales —creo que, posiblemente, lo sería si es que no viésemos todo desde la perspectiva de Arthur—, pero sí de una historia que nos muestra lo que puede pasar cuando alguien con muchísimos problemas y tendencias violentas no es supervisado constantemente. Se trata de una actuación intensa y prácticamente perfecta, la cual no llega a suplantar a la de Heath Ledger en “El caballero de la noche”; creo que ambas pueden convivir sin mayores problemas.
Lo que “Guasón” tampoco hace, además, es glorificar la violencia. A diferencia de muchas películas de acción norteamericanas para mayores de 14 años, los momentos de violencia en “Guasón” no son muchos, y cuando se llevan a cabo, son brutales y sangrientos. Esto es para demostrar que la violencia sí tiene consecuencias; que la violencia puede acabar con vidas innecesariamente, y que puede ser el resultado de la forma de actuar de una persona que no tiene el control sobre su vida o sus pensamientos. “Guasón” no es una película para niños o adolescentes en lo absoluto; no se trata de una romantización del mundo de los superhéroes y villanos, si no más bien de un estudio psicológico y físico de alguien que toma un camino oscuro y decide no dar vuelta atrás.
“Guasón” funciona no solo porque no se parece en nada a la mayoría de películas basadas en cómics que vemos todos los años, si no también porque se trata de un drama impecablemente actuado y dirigido, el cual no necesita de secuelas, precuelas o spin-offs para satisfacer. Sí, el segundo acto puede resultar un poco letárgico y redundante, por momentos, y sí, Zazie Beetz está terriblemente malgastada en un rol poco importante (aunque el hecho de que sea poco importante es eventualmente justificado por el guión). No obstante, entiendo por qué existe tanta emoción y discusión en relación a “Guasón”; es una película que no lo deja indiferente a uno, si no que más bien se queda grabada en su cerebro, debido a algunas de las imágenes e ideas más intensas e intrigantes con las que cuenta. Incluso considerando sus más claras influencias, “Guasón” es de los filmes más fascinante que he visto este año, no solo gracias al trabajo de Phillips (¿quién ya no volverá a hacer comedias, aparentemente…?), si no también a la magistral actuación de Joaquín Phoenix. Nada mal, DC, nada mal.
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