Rambo: la última misión

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Parece que Stallone no puede dejar de revivir —o al menos seguir manteniendo con vida— a sus franquicias más conocidas. Luego del éxito que tuvieron las dos películas de “Creed”, supongo que tenía sentido el que se anime a estrenar una nueva secuela de “Rambo”. Pero esta nueva cinta definitivamente demoró más en salir de lo que muchos esperaban inicialmente — “Rambo IV” se estrenó hace ya más de once años, y esta quinta entrega, “Rambo: la última misión”, aunque enérgica y absurdamente violenta, no llega a sentirse como un verdadero cierre de la saga. De hecho, considerando que Stallone ya ha declarado que sería capaz de desarrollar una sexta entrega, el que “Rambo: la última misión” concluya de manera relativamente abierta no debería sorprender. No le hagan caso al título del filme. De “último” tiene muy poco.

Ahora bien, muy aparte de lo anticlimática que puede llegar a sentirse la película, el grado de disfrute que cada espectador vaya a tener de la misma dependerá mucho de lo que espera de una nueva cinta de “Rambo”. Si esperan ver algo más parecido a la cinta original, una historia interesada en humanizar al personaje de John Rambo, y en presentarlo como alguien sufrido, lleno de problemas y conflictos internos… les sugiero que mejor ni compren su entrada. Pero si la pasaron bien con “Rambo IV”, y solo están interesados en ver al ex soldado americano hacer papilla a cuanto villano se le interponga en el camino, pues la pasarán bastante bien con esta nueva producción. Hiperviolenta y hasta sádica, la película definitivamente se deleita en hacer sufrir a sus desagradables antagonistas.

Como siempre, Stallone interpreta a John Rambo, sexagenario veterano de la Guerra de Vietnam. Al comenzar la película, lo vemos tratando de rescatar a una pareja de excursionistas que quedaron atrapados en un bosque, en medio de una terrible tormenta. (Se trata de un prólogo que, curiosamente, no ha sido incluido en las proyecciones norteamericanas). Luego de eso, lo vemos en el rancho de su familia, donde vive con una señora mexicana llamada María (Adriana Barraza), y su nieta (y la sobrina adoptiva de Rambo), la joven Gabrielle (Ivette Monreal). Son bastante felices, criando caballos y paseando por los desolados alrededores… pero como deben imaginarse, el status quo está por cambiar.

Gabrielle está obsesionada con conocer a su verdadero padre, quien la abandonó años atrás, por lo que decide viajar a México para hablar con él. Es ahí donde es drogada y capturada por una red de trata de mujeres, liderada por los hermanos Martínez: Víctor (Óscar “Luisito Rey” Jaenada), y Hugo (Sergio Peris-Mencheta). Y como es lógico, cuando Rambo se entera de lo sucedido, todo se va al demonio rápidamente. Lo bueno es que obtiene la ayuda de una periodista independiente llamada Carmen (Paz Vega); lo malo es que los Martínez son extremadamente poderosos y sádicos, por lo que vencerlos (y rescatar a Gabrielle) no será tarea fácil.

Lo que más me sorprendió de “Rambo: la última misión” es que no se siente como una historia esencial para el personaje. Mientras que las cuatro primeras cintas —especialmente la primera y la cuarta— ayudaban a desarrollar a Rambo de alguna manera, ya sea a nivel personal o profesional, en “Rambo: la última misión”, John no parece cambiar demasiado. Para el final de la película, se da cuenta de algo que ya sabía desde hace bastante tiempo: su vida es terrible, la violencia es algo feo pero necesario (en algunos casos), y todos los que lo rodean siempre terminan en peligro (o peor). Por más de que el objetivo de John en este filme sea absolutamente personal, la trama en sí se siente pequeña; es simple, directa grano, y se resuelve de manera sangrienta y sencilla. Me hubiese gustado algo, aunque sea, un poco más complejo, o en todo caso, menos previsible.

Adicionalmente, considerando la manera en que Stallone ha tratado a Rocky Balboa en las dos películas de “Creed”, creo que “Rambo: la última misión” era la oportunidad perfecta para mostrarnos a un Rambo viejo y cansado, más introspectivo y autoreflexivo. Hubiese sido interesante que la película refleje su edad y se adentre en su traumas y en la manera en que las experiencias de las cuatro películas anteriores lo han afectado (como siguiendo un poco la trayectoria de Rocky en sus dos filmes más recientes). Desgraciadamente, ese no es el caso. El John Rambo de “Rambo: la última misión” es una máquina de matar que tiene uno que otro flashback al inicio de la película, y que de rato en rato tiene que tomar unas cuantas pastillas. Nada más. Puede que tanto el personaje como Stallone tengan más de setenta años, pero eso no quiere decir que no pueda asesinar a un ejército entero de traficantes de mujeres.

Porque si lo que están buscando es sangre y vísceras, eso es lo que encontrarán en “Rambo: la última misión”. Es cierto que la cinta demora un poco en arrancar, lo cual podría impacientar a algunos miembros del público, pero a la vez, hace un buen trabajo estableciendo la nueva vida de Rambo, y más importante, lo absolutamente odiosos, malévolos y asquerosos que son los villanos de turno. El Víctor de Óscar Jaenada es una basura humana, y su hermano, Hugo, no es mucho mejor. Es gracias a esas caracterizaciones que el clímax de “Rambo: la última misión” termina siendo tan satisfactorio; por más de que, por momentos, sea un poco mucho, ver a estos personajes —y a sus lacayos— morir de formas absolutamente grotescas se siente como un final bien merecido.

Porque si creían que “Rambo IV” era sangrienta… pues no han visto nada. Los últimos treinta minutos de “Rambo: la última misión” son algo así como un “Mi pobre angelito” para mayores de 18 años, con John utilizando los túneles que construyó debajo de su rancho (mismo Vietcong) para acabar con sus enemigos. Se trata de una secuencia sádica y cruenta, pero que funciona para efectos de esta historia. Después de todo —y si puedo ser franco—, si hay gente que merece ser asesinada de manera horrible por alguien como John Rambo, son los traficantes de mujeres. Si le tienen miedo o asco al gore, no podrán con “Rambo: la última misión”, pero si están buscando una experiencia bien ochentera —tanto en valores como en contenido gráfico y violento—, se darán por bien servidos.

Sí, es cierto que estrenar hoy una película donde todos los villanos son mexicanos, y donde un Salvador Blanco rescata a las chicas maltratadas de una red de traficantes de personas, no es la mejor de las ideas. No creo que las intenciones de Stallone hayan sido malas —y de hecho, dudo que el público peruano, por ejemplo, se tome a mal estas situaciones—, pero a la vez, es posible que los fanáticos de Drumpf (ugh) la pasen de lo lindo con “Rambo: la última misión”. Pero incluso obviando ese detalle, como mencioné líneas arriba, el disfrute que cada uno tenga de “Rambo: la última misión” dependerá de sus expectativas en relación a una nueva película de la saga. Como una secuela a la primera cinta, como una despedida para Rambo, y hasta como una representación del personaje creado por David Morrell, esta quinta película es… cualquier cosa. Pero como un filme de acción de la vieja escuela, explícito, sucio, sangriento y satisfactorio, “Rambo: la última misión” no está del todo mal. No llega a superar a “Rambo IV”, pero al menos está mejor que la “Parte III”, y a estas alturas del partido, creo que contentarse con eso no tiene por qué ser un pecado.

 

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