El Vicepresidente

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Si vieron (y disfrutaron de) la película anterior de Adam McKay, “The Big Short”, tendrán una idea aproximada de lo que deberían esperar de “El Vicepresidente”. Mitad sátira política y mitad película autobiográfica, se trata de una propuesta que trata de abarcar bastante en poco más de dos horas, pero que se ve beneficiada por el estilo hilarante y ágil de McKay, y la interpretación magistral de Christian Bale como Dick Chaney. Se trata de un drama con frecuentes toques cómicos que adentra al espectador en la mente de Chaney, haciendo que entienda la razón detrás de muchas de sus decisiones políticas, y su rol en los gobiernos de presidentes como Gerald Ford o George W. Bush.

La película comienza con un flashback a los años 60, en donde vemos a un joven Chaney (Bale) conduciendo ebrio y demostrando que, a pesar de haber terminado como el Vicepresidente de uno de los países más poderosos del mundo, nunca fue alguien que destaque demasiado ni a nivel académico, ni a nivel laboral. No obstante, la mayor parte de la cinta, como se deben imaginar, se concentra en su vida política: desde que conoce a Donald Rumsefeld (Steve Carell), quien se convierte en una suerte de mentor para él, hasta que termina trabajando con Bush, peleando para que los Estados Unidos invadan Iraq como una suerte de respuesta al 11 de setiembre.

Además, el filme también hace un buen trabajo mostrándonos la relación entre Chaney y su ambiciosa esposa, Lynne (Amy Adams), quien por momentos parece estar más motivada que nuestro protagonista para llevar adelante su carrera política. Se trata de una pareja sedienta de poder, en donde ambos se complementan el uno al otro —ella es carismática e inteligente, perfecta para salir frente a cámaras y hablar en público, mientras que él tiene un impresionante poder de convencimiento, perfecto para manejar el país desde las sombras, utilizando a otros —como George W. Bush— para aparecer frente a la gente.

Considerando el material, “El Vicepresidente” hubiese podido terminar como un biopic más, soso y previsible. Felizmente, McKay, al igual que en su película anterior, utiliza sus considerables talentos como experimentado director de comedias para darle un tono más ágil y divertido a la cinta. Sí, “El Vicepresidente” es una película didáctica y por momentos densa, pero el estilo de McKay ayuda a que la historia sea más digerible, especialmente para quienes no sepan mucho sobre la política Estadounidense, y los eventos en los que se involucró Chaney a lo largo de su carrera. Definitivamente ayuda el saber, al menos, quién es Chaney, pero incluso aquellos que hayan investigado poco o nada respecto a su carrera, no tendrían por qué sentirse muy perdidos a la hora de ver “El Vicepresidente”.

En todo caso, muchos de los recursos que utiliza McKay contribuyen a que “El Vicepresidente” termine siendo una experiencia innegablemente entretenida. Un narrador aparentemente involucrado directamente en los eventos de la cinta; voces en off; personajes que rompen la cuarta pared; y hasta una secuencia (falsa) de créditos “finales” no solo ayudan a que el filme se sienta menos denso, si no que también contribuyen a la sátira política. “El Vicepresidente” tiene una perspectiva muy clara hacia los eventos que narra, criticando las acciones de Chaney y el punto de vista tan conservador que tenían tanto él, como el partido Republicano. No hay duda de que su trabajo impidió que muchas leyes —la mayoría muy progresistas— fueran aprobadas, y que su rol como Vicepresidente causó la —innecesaria— muerte de miles de soldados y civiles en Afganistán e Iraq. Si creían que Chaney era un monstruo… pues “El Vicepresidente” no hace más que confirmar dicha evaluación.

Christian Bale se transforma en Dick Chaney, logrando que uno olvide al británico actor apenas comienza la película, y solamente vea al personaje, tanto cuando es joven y relativamente atlético, como ya en los años 2000, con el pelo blanco y una barriga de envidiables proporciones. Su manera de hablar, sus movimientos, y la forma en que lo desarrolla como una persona de pocas palabra pero despiadada y muy inteligente… Bale hace un excelente trabajo haciendo que uno quede fascinado por Chaney, pero también asqueado y asustado. No es un monstruo completo —consideren, si no, su relación inicialmente sana con Mary (Allison Pill), su hija lesbiana—, pero sí un protagonista con el cual uno raramente empatiza, pero frecuentemente admira a la distancia.

Amy Adams está muy bien, también, como Lynne, una mujer que, a pesar de no poder meterse de lleno en la política debido al tratamiento de las mujeres en dicho ambiente y en aquella época, apoya a su esposo al 100%, demostrando que sus ambiciones son igual de potentes que las de él. Sam Rockwell desarrolla a George W. Bush como un completo idiota— un títere de Chaney que no sabía nada de lo que pasaba a su alrededor, y que simplemente seguía los consejos de su gabinete al pie de la letra. El único al que no me creí del todo fue el Donald Rumsfeld de Steve Carell —puede ser porque se parece poco al Rumsfeld real, o porque Carell no logra darle una personalidad muy definida, pero simplemente no podía dejar de ver al actor, en vez del personaje.

“El Vicepresidente” es un gran ejemplo de lo que se puede hacer con un tema potencialmente denso y aburrido para públicos internacionales, poco interesados en la política estadounidense y las maquinaciones de un hombre que más pensaba en sus propios intereses y los de su partido, que en el país para el cual supuestamente trabajaba. Ágil, frecuentemente hilarante, autoconsciente y sublimemente actuada —por todos menos Steve Carell, lamentablemente—, “El Vicepresidente” es una muestra más de lo bien que se ha posicionado Adam McKay como un director que tiene mucho qué decir sobre su país, y que lo dice utilizando sus evidentes habilidades como cineasta de comedias absurdas. “El Vicepresidente” no es un biopic más —nuevamente, si disfrutaron de “The Big Short”, la pasarán de lo lindo con esta nueva sátira del mundo político estadounidense.

 

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