Isla de Perros
Por fin, luego de mucho esperar, y de varias idas y venidas, “Isla de Perros”, de Wes Anderson, se ha estrenado en nuestro país, aunque de forma algo limitada —únicamente en salas de Cinemark, y en relativamente pocos horarios. Resulta innegablemente desconcertante el que una película que no carece de prospectos comerciales tenga que estrenarse de esa manera, pero a la vez, también reconfortante el hecho de que le haya ido tan bien con la preventa de entradas, que múltiples horarios y salas tuvieron que agregarse para poder cumplir con la demanda. Hay ciertos casos en los que la vieja frase de “el público no quiere ver tal tipo de película” puede aplicarse, pero este definitivamente no es uno de ellos; ¡incluso la han traído en su versión subtitulada, algo cada vez menos común en el caso de filmes animados!
De hecho ayuda el que “Isla de Perros” no sea una película animada cualquiera; es una película animada de Wes Anderson, por lo que está orientada más a adolescentes y adultos que a niños pequeños. No es una cinta infantil; ni siquiera me atrevería a calificarla como una cinta familiar. Sí, es consistentemente chistosa, pero el humor es más sutil e inteligente que exagerado o caricaturesco, y la narrativa, aunque simple, no carece de elementos satíricos, especialmente si se le compara con la actual situación sociopolítica en los Estados Unidos. “Isla de Perros” contiene breves momentos de violencia y una que otra palabra fuerte, y es suficientemente excéntrica como para calificar como una “verdadera” cinta de Wes Anderson. No es material para niños pequeños, pero los demás miembros de la familia deberían poder disfrutarla enormemente.
El filme se desarrolla veinte años en el futuro, aunque mucha de la tecnología mostrada mezcla elementos futuristas, con algunos más retro. En todo caso, el contexto es el siguiente: una gripe canina se ha desatado en la ciudad de Megasaki, por lo que el alcalde, un amante de los gatos llamado Kobayashi (Kunichi Nomura) ha decidido mover a todos los perros a la Isla de la Basura. El primero en mudarse es Spots (Liev Schreiber), la mascota del joven aprendiz del alcalde, Atari (Koyu Rankin), pero le siguen muchos más.
Años después, cientos de perros han convertido a la isla en su hogar. La cinta se concentra en un grupo que consiste de cinco perros alfa —Chief (Bryan Cranston), Rex (Edward Norton), King (Bob Balaban), Boss (Bill Murray), y Duke (Jeff Goldblum) —, quienes, un buen día, descubren al anteriormente mencionado Atari, que ha llegado a la isla para buscar a su perro perdido. Aunque Chief no está del todo contento por los nuevos acontecimientos —después de todo, es un perro callejero que no cree en las relaciones humano-caninas—, el resto decide ayudar al chico, lo cual resulta en una aventura imprevisible e hilarante. Mientras tanto, en la ciudad, el alcalde se prepara para acabar con todos los perros de la Isla… pero no está preparado para la oposición que recibirá de un grupo de chicos pro-perros, liderado por una estudiante de intercambio llamada Tracy Walker (Greta Gerwig).
Siendo este un filme de Wes Anderson, una de sus cualidades más atractivas es el aspecto visual. Al igual que en “El Fantástico Mr. Fox”, la animación en “Isla de Perros” es simplemente sublime. El diseño de los personajes es encantador —los perros se ven sucios pero a la vez adorables, y su pelo se mueve de manera errática pero sutil—, las locaciones mezclan características realistas con elementos más fantásticos —las montañas de basura en la isla podrían considerarse como una suerte de homenaje a “Wall-E”, de Pixar— y el uso de colores es realmente fantástico, desde los grises y marrones deprimentes de la isla, hasta los tonos más vivos y brillantes de la ciudad de Megasaki.
Previsiblemente, Anderson sigue demostrando su obsesión con la simetría, los planos tiesos, y los movimientos de cámara suaves y repentinos. “Isla de Perros” es una cinta de Anderson al 100%, y aprovecha al máximo sus excentricidades y su estilo visual tan propio para contar una historia sencilla de la manera más enérgica y divertida posible. De los perros principales, quienes tienen mayor desarrollo definitivamente son el Chief de Cranston y el Spots de Schreiber; ambos actores le otorgan el humor seco característico de Anderson a sus voces, interpretando a sus personajes de manera sardónica pero ocasionalmente emotiva. Y a pesar de que la mayor parte de su diálogo está en japonés sin subtitular, Atari se convierte en un personaje central muy entrañable —después de todo, no es necesario entender lo que dice para sentir el cariño que tiene por su mascota.
Lo cual me lleva a un detalle que solo Anderson podría transmitir de manera tan natural: todos los perros hablan en inglés —en nuestro caso, subtitulado al español—, pero los humanos hablan en japonés, ocasionalmente traducidos por otros personajes, o acompañados de sobreimpresiones en inglés que explican sus rangos o características. Se trata de una técnica poco convencional que ayuda a que el foco de la historia esté en los perros, y a explicar la falta de comunicación entre canes y humanos, y hasta entre canes y otros animales (los textos del búho que ayuda a nuestros protagonistas, por ejemplo, tampoco son traducidos). “Ojalá pudiésemos hablar su idioma”, dice el Rex de Norton en algún momento, refiriéndose a Atari.
La naturaleza alegórica de la narrativa desarrollada por “Isla de Perros” no es particularmente sutil, pero funciona. Después de todo, tenemos a un político que deporta a un grupo de seres no deseados a un lugar muy parecido a un campo de concentración —aunque bastante más lleno de basura—, un tipo dispuesto a hacer de todo para eliminar a su competencia, y que usa el miedo y las mentiras y la propaganda política para justificar sus acciones y su ideología tan particular. Se trata de un aspecto del filme que los más jóvenes del público no captarán, pero que, para el resto, hará que la historia tenga una capa más de complejidad.
En todo caso, para quienes no busquen metáforas sociopolíticas en sus películas animadas sobre perros, “Isla de Perros” tiene suficientes momentos sentimentales como para que uno logre conectarse emocionalmente con al menos dos de sus protagonistas. Estoy seguro que más de un amante de los perros terminará llorando con la película —de hecho, vi a un par de personas haciéndolo en la función a la que asistí—, y aunque es cierto que la cinta hubiese podido explotar más este aspecto —el hecho de que la mayoría de personajes caninos no estén particularmente bien desarrollados ciertamente no ayuda—, los momentos que sí son incluidos funcionan, especialmente hacia el final de la historia. Y lo mejor es que Anderson nunca recurre a la difamación de los enemigos naturales de los perros —los gatos— para cumplir sus objetivos; estos son usados, más bien, únicamente a nivel simbólico.
“Isla de Perros” es una excelente película animada, un espectacular ejercicio de técnica audiovisual —excepcional animación stop-motion, sólidas actuaciones de voz, una memorable banda sonora por parte del talentosísimo Alexandre Desplat— que, a pesar de tener algunas falencias en lo que se refiere a desarrollo de personajes, termina convenciendo tanto a nivel narrativo como emotivo. Sí, puede que sea un poco muy larga —ciertas secciones del tercer acto hubiesen podido ser resumidas—, pero la experiencia en general es entretenida y frecuentemente hilarante. De sus esfuerzos animados, todavía prefiero “El Fantástico Mr. Fox”, pero no cabe duda de que “Isla de Perros” es de las películas más encantadoras de Wes Anderson, superior a producciones como “The Darjeeling Limited”, pero sin llegar al nivel de cintas como “El Gran Hotel Budapest”. Filmes como estos no deberían limitarse a funciones especiales; espero que la gran demanda que ha habido en Lima para ver “Isla de Perros” convenza a las distribuidoras que estas películas pueden tener un muy merecido lugar en la cartelera local.
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