Solos, de Joanna Lombardi
Con Solos, Joanna Lombardi quiso hacer algo totalmente diferente a su primer largometraje, Casadentro, y definitivamente lo logró. Mientras que el filme anterior, al igual que cualquier otra película, dependía de un guión escrito con anticipación y de un storyboard con el que se planeó cada plano y secuencia, en Solos Lombardi experimenta con la improvisación y la naturalidad, con la falta de luz artificial y maquillaje, para introducir a su público, al menos por hora y media, en la vida de cuatro amigos que deciden viajar en carro por la selva peruana para encontrar a alguien dispuesto a ver su película.
Se trata de una propuesta narrativa y visual que podría no resultar del agrado de todo el mundo. Solosno es una cinta común y corriente —se siente casi como un documental, como si uno estuviese viendo los videos grabados por un grupo de amigos que se fueron de viaje. Está llena de momentos cotidianos, de diálogos improvisados, de escenas que poco tienen que ver con su premisa inicial, y de planos largos y lentos, momentos silenciosos pero raramente incómodos. Ciertamente no es el estilo de filme que suelo consumir y disfrutar, pero puedo apreciar, lo más objetivamente posible, lo que Lombardi ha tratado de hacer.
Cada uno de los protagonistas interpreta a una versión ficcionalizada de sí mismo. Tenemos a Wendy Vásquez, Rodrigo Palacios, Diego Lombardi y el argentino Alberto Rojas Apel, cuatro treintañeros que llevan una pantalla inflable y los equipos necesarios para proyectar películas en lugares recónditos del país. Cada uno tiene sus propios demonios, sus propias preocupaciones por el éxito de las proyecciones, sus propios pensamientos en relación al cine peruano.
Porque si hay un aspecto de Solos que resultó tristemente irónico y/o profético, está en las escenas en donde nuestros personajes hablan sobre la distribución de cine independiente peruano. Muchos deben saber ya sobre los problemas que esta película ha tenido en nuestra cartelera comercial —está siendo exhibida en poquísimas salas (yo tuve que verla un lunes a las 10:40 pm) y en poquísimas funciones, y para colmo de males, fue retirada de una sala a solo un día de haberse estrenado. Resulta triste que la problemática que los protagonistas sufren en la película sea prácticamente la misma que está sufriendo Lombardi con Solos.
No obstante, Wendy, Rodrigo, Diego y Alberto tienen muchas otras cosas qué decir sobre el cine independiente al que se dedican a hacer. Se preguntan, por momentos, si el cine que hacen es “sordo”, ya sea porque ellos se niegan a escuchar lo que la gente les pide ver en la pantalla grande, o porque el público se niega a escuchar lo que ellos tienen que decir con sus filmes. Algo similar podría preguntarse uno sobre Solos; ¿realmente quiere el público en general ver un filme con una narrativa casi inexistente, de ritmo lento, planos estáticos, diálogo improvisado y actuaciones naturalistas? Lamentablemente, considerando las pocas oportunidades que se le han dado a la cinta, dudo que podamos averiguarlo.
La escena en que nuestros protagonistas se encuentran con uno de los extras de La muralla verde(1969), quien ahora se dedica a vender fruta cerca a la carretera, ejemplifica a la perfección lo que Lombardi y compañía están tratando de transmitir. A pesar de recordar con lujo de detalles su participación en la película (la cual se llevó a cabo hace 47 años), el hombre jamás llegó a ver la cinta; si ni siquiera aquellos que participan en los filmes pueden llegar a verlos, ¿qué podemos esperar del público que nada tienen que ver con ellos? La propuesta de estos personajes, entonces, es llevar el cine a la gente y no al revés. (Previsiblemente, Rodrigo y Alberto le prometen al señor traerle una copia de la película en DVD algún día).
Solos podría considerarse como un road movie, aunque de cierta manera rompe con los estereotipos inherentes a este subgénero cinematográfico. La historia no cuenta con conflictos grandes, obstáculos repentinos, giros de ruta o personajes secundarios entrañables. De hecho, los protagonistas cambian poco o nada a lo largo de la película —nunca nos enteramos mucho más sobre el trabajo de Rodrigo, por ejemplo, de lo que podemos escuchar en sus conversaciones por celular; nunca vemos a Wendy con su “chico de los jueves”; nadie aprende lecciones ni madura ni reflexiona sobre sus acciones. Su objetivo es claro: lograr que más gente vea su película. Así comienzan el filme, y así lo terminan.
Por ende, aquellos que estén buscando arcos de personaje tradicionales, o una historia con un claro principio, medio y final, no lo encontrarán en Solos. La cinta nos presenta una pequeña parte de la vida de estos tres personajes, como escuchar solo una estrofa de una canción, sin saber cómo es lo anterior o lo que le sigue. Uno tiene que usar su imaginación, y algunas de las pistas que Lombardi y sus actores dejan aquí y allá, para completar el rompecabezas, por así decirlo. Lo que vemos en pantalla está incompleto —a propósito.
La propuesta visual es realista y sencilla. La cámara de Lombardi se mueve poco, los planos son largos, y los escenarios (la mayoría exteriores) están iluminados con luz natural, o con fogatas, en el caso de las escenas nocturnas en el campamento. Los actores parecen estar usando poco maquillaje, y el sonido es 100% natural; hasta donde se sabe, no se utilizó foley u otros efectos de sonido en posproducción. Todo esto contribuye a la sensación mencionada líneas arriba de que uno está viendo a gente real en situaciones reales, por lo que si uno va a ver Solos esperando algo fantástico o exagerado, no lo obtendrá. Esto podría aburrir a algunos; Solos es una cinta que se toma su tiempo, que quiere que su público absorba cada plano y cada diálogo al máximo. No es aburrida, necesariamente, pero me resultó algo densa un lunes a las 10:40 pm.
Solos es una intrigante propuesta nacional, algo como para cambiar el sabor de boca dejado por filmes más comerciales como Siete Semillas o Calichín. El ritmo es lento, glacial incluso por momentos, y algunas de las escenas más inconsecuentes podrían desesperar a más de un miembro del público, pero si uno va a verla sabiendo en qué consiste su propuesta, dispuesto a estar atento, a ver a cuatro protagonistas jóvenes, ingenuos y hasta egoístas paseando por la selva tratando de hacer que la gente vea su película (la cual casi no llegamos a ver, dicho sea de paso, al menos no en foco), entonces es posible disfrutarla.
Solos representa una visión muy específica de parte de Lombardi. Por ende, resulta admirable que haya logrado plasmarla tal cual ella quería, que Tondero se haya animado a distribuirla, y que algunos espectadores, aunque pocos, se hayan animado a verla. No se trata de un gran filme, pero definitivamente merecería ser mejor tratada por nuestros cines.
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