La Luz en el Cerro es un tipo de película que raramente se produce en el Perú: un thriller tenso y muy bien actuado. Lo que más me gustó del filme de Ricardo Velarde, sin embargo, no estuvo relacionado exclusivamente con el género al que pertenece. Más bien, disfruté inmensamente la manera en que combinó elementos de suspenso y de misterios sobre asesinatos con características más propias de nuestra cultura: la historia del Perú, las costumbres de la gente de la sierra, y caracterizaciones que difícilmente encontraríamos en filmes de otros países.
Nuestros protagonistas son Jeff (Manuel Gold), de Jefferson, y Chino (Emilram Cossio), dos jóvenes médicos forenses de Lima que trabajan en la morgue de un pequeño pueblo en los andes peruanos. El trabajo es tan relajado (y para ellos, aburrido), que se dedican a fumar y escuchar metal todo el día mientras cortan e investigan cadáveres. Las cosas cambian, sin embargo, cuando reciben el cuerpo de un granjero local. Después de investigar mucho, descubrirán que su muerte estuvo relacionada al descubrimiento de un “tapado”, es decir, un tesoro de oro Inca enterrado en algún lugar de los cerros.
Predeciblemente, nuestros supuestos “héroes” tratarán de hacerse del tesoro lo antes posible, tanto así que llegarán a engañar a la viuda del difunto y a su hijo pequeño para poder acercarse el lugar donde murió el hombre. No obstante, tendrán algo de competencia. Un mafioso local (Mario Velásquez) y su novia (Stephanie Orué) estarán siguiendo a los dos médicos de cerca, al igual que el oficial Padilla (Ramón García), un policía con una reputación de temer.
Una de las características más resaltantes de La Luz en el Cerro tiene que ver con el formato en el que fue grabado. Se trata de una de las últimas películas nacionales (si es que no es la última) en filmarse en celuloide (un tipo de película muy parecida a la de 35 mm), lo cual le da una sensación muy diferente a la película, una textura muy especial a la imagen que muy difícilmente puede lograrse al filmar en digital. El grano es usado con efectividad en ciertas escenas (especialmente las nocturnas), y Velarde le da un look bastante perturbador a la historia, especialmente en las escenas que se desarrollan en los cerros cerca de la casa del granjero difunto.
De hecho, a pesar de algunos cortes súbitos o problemas de continuidad (muy pocos), La Luz en el Cerro es una película muy llamativa a nivel visual. Velarde combina planos estáticos con cámaras en mano para otorgarle diferentes ritmos y dinámicas a cada escenas, dependiendo si es que quiere acentuar el drama entre personajes, o la tensión en momentos más caóticos. Utiliza lentes angulares y movimientos de cámara súbitos para desarrollar una palpable sensación de miedo (especialmente cuando usa elementos perturbadores como máscaras o estatuas) en momentos precisos, y música muy efectiva para darle una atmósfera de tensión al filme.
Felizmente, no todo lo bueno de La Luz en el Cerro está en su apartado técnico. El guión, escrito también por Velarde, es muy bueno a la hora de desestabilizar las expectativas del público. La historia comienza como un misterio estilo CSI, en donde el objetivo de los protagonistas es averiguar cómo, cuando y porqué murió el granjero. Pero rápidamente, el filme se convierte en un thriller que involucra a mafiosos, policías, y en general personajes que poco tienen de heroicos. Incluso los mismos Jeff y Nacho resultan ser personajes bastante egoístas—una vez que el oro entra a tallar a la historia, se olvidan de cualquier objetivo altruista y se dedican a engañar y mentir para hacerse del tesoro.
Esto podría sonar a que resulta imposible identificarse con cualquiera de los personajes de La Luz en el Cerro, pero felizmente ese no es el caso. Tanto el Jeff de Manuel Gold como el policía de Ramón García están bien desarrollados. El primero es un chico miedoso, alguien que a través de breves flashbacks nos enteramos fue abusado de niño, razón por la cual le gusta desafiar a la autoridad, a aquellos que considera son abusivos. El segundo, más bien, es un hombre con un trágico pasado, alguien que vive en donde vive no porque elección si no porque fue obligado, y que extraña mucho a su familia. Si, ambos personajes cometen actos cuestionables, pero a la vez son muy humanos, muy creíbles.
También ayuda el que las actuaciones sean de primer nivel. El trabajo de Manuel Gold es lo suficientemente bueno como para evitar que Jeff se convierta en una caricatura; su actuación es más sutil de lo que uno esperaría de un actor conocido principalmente por trabajos mucho más ligeros. Sí, Jeff es odioso por momentos, pero es casi imposible evitar sentirse identificado con sus debilidades y ambiciones. Como Chino, el subvalorado Emilram Cossio es muy divertido (algo así como el Igor del Dr. Frankenstein de Jeff); Ramón García le otorga mucha humanidad a su rudo e intenso personaje, y Stephanie Orué resalta en un papel pequeño pero importante.
Como mencioné líneas arriba, lo atractivo de La Luz en el Cerro está en la manera en que mezcla sensibilidades más norteamericanas (elementos de thrillers, misterios y hasta leyendas) con características mucho más locales. El folklore y costumbres de la sierra sirven para desarrollar una historia llena de tensión e imprevisibilidad, lo cual le permite al filme tener una identidad propia, muy peruana. A diferencia de otras cintas nacionales, y a pesar de tener elementos parecidos a otras producciones (consideren al personaje del mafioso), La Luz en el Cerro jamás se siente como una copia de películas extranjeras.
La Luz en el Cerro es una película que fui a ver sin saber qué esperar, y que logró sorprenderme gratamente con sus muchas cualidades. El clímax, el cual involucra a Jeff, Chino, el policía, un niño, un carnero y una turba enfurecida, maneja una tensión casi insoportable, y la historia en general es lo suficientemente interesante e imprevisible como para mantenerlo a uno adivinando de principio a fin. Siempre da gusto ver una película tan bien actuada, tan bien construida tanto a nivel de guión como a nivel visual, como La Luz en el Cerro.
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